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María Domínguez, la primera alcaldesa republicana

Fue la primera mujer que tuvo el poder del Ayuntamiento de Gallur, en Zaragoza, en la Segunda República. Maltratada por su primer marido, desde siempre mostró su conciencia feminista y su lucha por una sociedad más justa. A poco tiempo de estallar la guerra civil, fue fusilada un día como hoy de 1936.

publico.es / Ana Bernal – Triviño / 07/09/2018

«Mis padres eran unos pobres jornaleros del campo que no sabían leer ni escribir. Naturalmente, a mí también, en cuanto pude, me pusieron a trabajar. Iba a espigar, a vendimiar, arrancar trigo y cebada, a recoger olivas, a lo que salía. En los ratos libres deletreaba todos los impresos que caían en mis manos, romances de ciego, libros, cuentos de la escuela y cosas así. Me gustaba mucho. A mi madre en cambio, la enfadaba». Así hablaba la propia María Domínguez Remón de su infancia, en el periódico Ahora, tras ser nombrada alcaldesa de Gallur, la primera mujer con ese cargo en la Segunda República. Para llegar hasta allí había dejado atrás un pasado doloroso, tras ser maltratada, y una infancia marcada por la pobreza. Autodidacta, como explicaba en esta reflexión, la educación fue una defensa continua.

María Domínguez tiene sus raíces en una familia humilde, en Pozuelo de Aragón. Pronto aprendió a trabajar en el campo y ayudar en las tareas de casa, pero su espíritu por aprender era superior. Por entonces, el gran logro era que una mujer joven, de un pueblo del interior de Aragón, aprendiese a leer y escribir.

A la vez también crecía la María Domínguez mujer, que recordaba mensajes de su madre como este: «Mira hija, por la calle se va siempre con la vista baja. A los hombres no se los mira». Ella obedecía y le pusieron como mote «María, la tonta». Dominada por el machismo de la época, sus padres concertaron un matrimonio con el que sería su futuro marido, cuando ella apenas contaba con 18 años. Nunca olvidó que aquel matrimonio fue contra su voluntad y que constituyó una desgracia.

Foto del diario ‘Ahora’ de María Domínguez, la primera alcaldesa republicana. -ARCHIVO

Los malos tratos no tardaron en llegar. «Mi marido no trabajaba, bebía, me trataba mal. A los siete años de casada, un buen día salí de mi casa con lo puesto. Dos reales teníamos de capital conyugal aquella mañana, y los dejé. Fui a ver a una amiga, conseguí que me prestara algún dinero, y a pie por el monte, me fui del pueblo. A pie caminé hasta Navarra, hasta la Estación de Cortes. Allí tomé el tren para Barcelona», explicaba ella misma para el periódico Ahora. Aquello no fue, por entonces, un punto aparte.

Nada más llegar a Barcelona, su marido ya había interpuesto una denuncia. Una mañana cuando salió de la casa de un familiar de su pueblo, un hombre preguntó a María si en aquella calle vivía una joven forastera. Ella respondió, con sinceridad, que acababa de llegar. «El hombre se me quedó mirando sonriendo. Luego dio media vuelta y se fue. Mientras andaba volvía la cabeza hacia mí y se le veía que seguía sonriendo. Era un agente de policía. Había ido a ver si era cierto, como por lo visto había dicho en su denuncia mi marido, que yo me había escapado con un hombre para hacer mala vida. Pero se debió de convencer de que no era más que una pobre muchacha y así se lo dijo su jefe. Entonces vino otro agente a declarar que tenían encargo de detenerme, pero como estaban seguros de que era una chica honrada y de que llevaba razón al separarme de mi marido, no me iban a perseguir», recordaba ella misma.

Pudo respirar un poco de su vida pasada, empezar a escribir y a trabajar lejos del pueblo… hasta que un día su padre acudió a la casa y la convenció para volver con su marido, del que le aseguraba que sería mejor en esta ocasión. «Me trató peor que antes -recordaba ella, en la prensa-. Por mi parte, ya no era la pobre moza de otros tiempos, dispuesta a sufrirlo todo. A los siete días de convivencia rompí de nuevo con él, y me fui a Zaragoza a casa de unos parientes, y luego otra vez a Barcelona. Durante algún tiempo mi marido me persiguió. Cuando yo aparecía por el pueblo, me espiaba y me amenazaba. Me coloque de criada en Pozuelo, y en algún lugar de los alrededores, y anduvo detrás de mí, pretendiendo que renováramos la vida matrimonial. Convencido, sin duda, de que yo estaba resuelta a no hacerle caso, se unió a otra mujer y me dejó tranquila», explicaba.

A partir de ahí, tras soportar los malos tratos, renace una nueva María Domínguez que decidirá ya por sí misma su vida por completo. Con los ahorros de trabajar como sirvienta, se compró una máquina para coser medias, trabajo que le daba para comer y la alejaba de las tareas del campo. Así pudo retomar lo que siempre le gustaba: leer y escribir. Reconocía que, por entonces, leía todo lo que caía en sus manos, desde folletines a dramas, periódicos viejos o vidas de santos. Escribía sin parar, con cierta rabia interior porque, como confesaba en una de sus entrevistas, «me parecía que era injusto que una pobre mujer que no le había hecho daño a nadie lo pasara tan mal como lo pasaba yo. Y decía eso en prosa y en verso, como buenamente podía».

“Somos nosotras, las hijas del pueblo, las únicas que tenemos derecho a levantar la voz, porque somos las más perjudicadas en estos atentados a las libertades femeninas»

Aquella sensación de impotencia la trasladó en una carta al antiguo diario El País. Su director se conmovió con aquel texto. Ver aquel artículo publicado fue el impulso definitivo que necesitaba aquella lejana niña del campo, autodidacta, que ya era una mujer que se había hecho así misma. Con aquella fuerza empezó a colaborar con El Ideal de Aragón, lo que le acercó a un entorno republicano.

Su conciencia feminista y de compromiso social brota en sus primeros textos. «Somos nosotras, las hijas del pueblo, las únicas que tenemos derecho a levantar la voz, porque somos las más perjudicadas en estos atentados a las libertades femeninas. Las grandes damas aristocráticas no pueden sentir estos mismos anhelos, porque ellas disfrutan de todos los privilegios. Qué saben ellas de privaciones y amarguras», escribía en uno de sus artículos.

Entre tanto, dejó de coser medias tras recibir una propuesta de un amigo profesor en Almandoz, en el valle de Baztán. La oferta era que ella misma impartiera clases en la escuela de un caserío, en Mendiola. Había leído, por entonces, a muchos autores, pero reconocía que en otros aspectos podía no tener la formación que se requería. Entonces llegó a un trato con su amigo, el maestro. A las siete de la mañana abría la escuela y la cerraba a las diez. Caminaba una hora hasta Almandoz, donde su amigo profesor le explicaba la lección de la tarde. Una vez aprendida, hacía otra hora de camino hasta regresar a la escuela, la abría a la una de la tarde y la cerraba a las tres. De nuevo hacía otra vez el camino hasta Almandoz para que su amigo le explicase la lección de la mañana. Así, cada día, sumaba unas once horas de trabajo.

Y, a la vez que impartía clases, María estudiaba para lograr el ingreso en la Escuela Normal de Pamplona. Pero un día enfermó gravemente. El médico indicó que el clima de las montañas afectaba a su salud y recomendó que regresara, de nuevo, a Zaragoza. Así lo hizo, lo que derrumbó aquella nueva vida para volver a coser medias.

Por entonces, tampoco podía asistir ya a las clases de la Escuela, así que se matriculó en horario nocturno (porque por la mañana trabajaba) en la Escuela de Artes y Oficios para seguir aprendiendo como maestra. En aquella dinámica, la enfermedad vuelve. Una gripe la mantiene en cama durante un año y medio. Con apenas dos pesetas en su bolsillo, puede seguir hacia delante con la ayuda de sus amigos del periódico y una compañera camarada, que la ayudó con el coste de las medicinas. Se salvó de aquella tremenda gripe, pero en el aire quedó su deseo de ser profesora. Así que regresó a casa con sus padres, a coser medias y a recoger trigo o cebada del campo. Volvió al mismo punto de partida que había dejado años atrás.

El tiempo pasó. En 1922 muere aquel marido del que no podía separarse. Ya viuda, años después, se casa de nuevo con un hombre al que quiere, y se traslada con él a Gallur. Junto a él, participó en la constitución de la UGT. Por aquel entonces, tuvo la oportunidad de volver a escribir, de nuevo, en el semanario socialista Vida Nueva. En aquella ocasión sus textos siempre iban dirigidos a la capacidad del movimiento obrero, sus derechos y necesidades. En aquel seminario, sobre un sindicato católico, firmaba con vehemencia: «El pueblo de Gallur no necesita caridad, sino justicia y trabajo. No es justicia ni caridad dar una limosna para que vaya muriendo poco a poco la familia, si no buscar los medios para que no falte trabajo, para que pueda con dignidad y sin humillaciones, ganar el sustento preciso».

Fue fusilada por los golpistas en las tapias del cementerio de Fuendejalón

En 1932, ocurre una crisis en el Ayuntamiento de Gallur y el Gobernador civil crea una Gestora Municipal con ella como presidenta. Es así como María Domínguez llega a convertirse en la primera alcaldesa. Estaría poco tiempo, hasta 1933, cuando decidió retirarse para dedicarse a escribir y a la docencia. Pero todo el mundo recordaba aquel mandato, donde ella fue la encargada de gestionar las 156.613 pesetas del presupuesto municipal. Siempre tuvo claro dónde destinar la mayor parte: «primero que nada hacer un edificio para escuelas». Cuando dejó su cargo, entre su etapa dedicada a la escritura, se publicó su libro «Opiniones de Mujeres», donde defendía la ley del divorcio y la igualdad.

Con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, María huye con su marido a casa de su hermana en el pueblo donde nació, para encontrar refugio. Días después fue detenida. El siete de septiembre de 1936, aquella mujer que defendía un país más avanzado y justo, pero que se sentía dolor por tan mala suerte en su vida, fue fusilada por los golpistas en las tapias del cementerio de Fuendejalón. El franquismo ya se cuidó de que sus logros, sus deseos y su nombre quedaran en el olvido.

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Fotografía destacada: Portada de ‘Crónica’ de 1932 donde se habla de María Domínguez, la primera alcaldesa republicana. – ARCHIVO

Fuente:https://www.publico.es/sociedad/memoria-historica-maria-dominguez-primera-alcaldesa-republicana.html

 

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DÍA INTERNACIONAL PARA EL RECUERDO DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO «Los supervivientes españoles de los campos nazis nos dijeron ‘cuéntalo’, pero España no lo ha hecho»

Familiares de víctimas españolas del nazismo lamentan que «se hayan silenciado sus historias». De los 9.300 prisioneros españoles, dos tercios no sobrevivieron: «450 fueron gaseados, posiblemente como material de experimentación para las prácticas de exterminio posteriores», relata el historiador Benito Bermejo

eldiario.es / Olga Rodríguez / 26/01/2021

Nueve mil trescientos españoles y españolas pasaron por campos de concentración nazis. Sus relatos son estremecedores, pero se conocen poco en nuestro país. «Los supervivientes hicieron un juramento: vivir para contarlo. Pero a pesar de ello en España se han silenciado sus historias», lamenta Esther Calcerrada, sobrina nieta de Enrique Calcerrada Guijarro, uno de los presos republicanos españoles que logró salir con vida del campo de concentración de Gusen, donde estuvo cuatro años, desde 1941 a 1945.

«Cuando consiguió la libertad lo ingresaron en un hospital, en el que permaneció casi dos años. Era joven, tenía 26 años en 1945, pero las secuelas debieron ser tremendas», relata. «Yo no conocí su historia hasta que fui adulta. Mi tío abuelo escribió sus memorias del campo y en 2003 se publicaron. Mi padre me regaló el libro. Cuando lo leí no daba crédito. Desde entonces he tratado de que su historia y la de otros salga a la luz, porque claramente en este país se ha apostado deliberadamente por el silencio», indica en conversación con elDiario.es.

Enrique Calcerrada Guijarro, tío abuelo de Esther Calcerrada. Estuvo preso en Mauthaussen, con el número 4479. Cortesía de la familia Calcerrada

Un recorrido por las ‘piedras de la memoria’

Desde hace unos años varios familiares de víctimas españolas del nazismo se coordinan a través del movimiento Triángulo Azul, dentro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Este martes, víspera del Día Internacional para el Recuerdo de las Víctimas del Holocausto, algunos se reunieron en la calle Bravo Murillo de Madrid, para realizar un breve recorrido por algunas zonas de la ciudad señalizadas con las llamadas Stolpersteine –‘piedras de la memoria’ o literalmente, en alemán, ‘piedras que hacen tropezar’– una iniciativa ciudadana que recuerda a supervivientes y asesinados españoles en campos de concentración nazis.

A falta de proyectos oficiales, las propias familias impulsan la colocación de estas piedras en varias ciudades de nuestro país, junto a edificios donde vivieron las víctimas. Las Stolpersteine están realizadas por el alemán Gunter Demnig, quien ideó esta iniciativa hace años. Desde entonces el escultor ha creado más de 70.000 piezas que han sido instaladas en 24 países, en recuerdo de víctimas de 24 nacionalidades. Cuando Jesús Rodríguez e Isabel Martínez, activistas de la memoria histórica, conocieron el proyecto en un viaje a Alemania, enseguida se plantearon extenderlo a España. Ya se han colocado unas cuantas decenas, y la intención es proseguir.

Miguel Nogués es nieto de Juan Antonio García Acero, un carabinero que permaneció leal a la República y terminó siendo asesinado en el campo nazi de Gusen, subcampo de Mauthausen: «Mi abuelo se quedó viudo, con seis hijos, poco antes del estallido de la Guerra Civil, en mayo de 1936. Cuando comenzó la guerra, se mantuvo fiel a la República y luchó en varios frentes, primero defendió la Casa de Campo en Madrid y posteriormente se fue a Barcelona», relata en conversación con elDiario.es.

Españoles como material de experimento nazi

«Tenemos un par de postales que envió a mi tía –que cuidaba a mi madre y a sus hermanos– en 1937 desde Catalunya. Después ya tuvo que irse a Francia, allí estuvo en el campo de concentración de Argelès, entre otros. Formó parte de un batallón de trabajadores extranjeros, le destinaron a reforzar una línea de tren, allí le cogieron los nazis y le enviaron a varios campos, pasó por Mauthausen y, posteriormente, el 15 de febrero de 1941, le enviaron al campo de concentración de Gusen», cuenta.

Cuando las autoridades alemanas contactaron con la dictadura franquista para determinar el destino de los prisioneros españoles, el Gobierno de Franco se negó a protegerlos. «No contaron con la protección de España, las autoridades fueron informadas pero se abstuvieron, a pesar de que había hasta presos menores de edad», relata en conversación con elDiario.es el historiador Benito Bermejo, especializado en el estudio de los deportados españoles.

Félix Quesada fue uno de esos presos. Tenía 14 años cuando entró en el campo nazi de Mauthausen. «Salió vivo, cosa que no es habitual, porque dos tercios de los españoles murieron en aquellos campos», indica Bermejo. La mayoría de las víctimas mortales fallecían de hambre, por trabajos forzados –lo que los nazis llamaban ‘exterminio por trabajo’– o por enfermedad, sin atención médica. Los nazis llamaban a los españoles «los de la España roja».

Este martes se celebró un homenaje en torno a varias ‘Stolpersteine’ en Madrid. Aquí, la dedicada a Enrique Calcerrada, instalada en la calle Bravo Murillo, donde vivió antes de su deportación a Mauthausen.

«Unos 450 españoles fueron directamente asesinados en la cámara de gas, a unos 40 kilómetros de Mauthausen», informa Bermejo. «Es posible que en algunos casos ya estuvieran en las últimas, pero creyeron conveniente gasearlos, posiblemente con un objetivo experimental, para tomar nota de cómo funcionaban esos procedimientos que estaban desarrollando para matar a gente a gran escala, lo que posteriormente pondrían en práctica a partir de 1942, principalmente para el exterminio de los judíos», indica.

«Esos 450 gaseados españoles fueron material de experimentación para esas prácticas de exterminio posteriores. Incluso el equipo técnico encargado de llevarlas a cabo fue el mismo, que se trasladaría más al este, a los campos de Polonia, donde empezaron a practicarse las matanzas a gran escala en cámaras de gas», señala.

Juan Antonio García, el abuelo de Miguel Nogués, fue asesinado en Gusen el 23 de diciembre de 1941, con 48 años de edad. «Entró por la puerta y años después salió por la chimenea», dice Nogués con la voz emocionada.

«El campo de entrada de los españoles era Mauthausen, pero Gusen [subcampo adyacente] fue el escenario donde se produjeron las grandes matanzas de españoles, entre noviembre de 1941 y febrero de 1942. Está poco visibilizado, a pesar de que fue mucho más grande y proporcionó más beneficios a los nazis», explica

‘Piedras de la memoria’ antes de ser instaladas para recordar a españoles republicanos deportados a campos de concentración nazis|Movimiento ‘Stolpersteine’ en España

Tras los campos nazis, apátridas

Gusen llegó a desplegarse en tres campos: Gusen 1, 2 y 3, que albergaron tres canteras y una red de túneles construida cuando los aliados comenzaron a bombardear la zona. «En esos túneles los presos construían piezas de los aviones nazis, que luego se montaban fuera del campo», cuenta.

Nogués es uno de los demandantes en la querella argentina que investiga los contra los crímenes del franquismo. «Varias familias de españoles deportados presentamos la querella el pasado año, en febrero, y estamos a la espera de que la jueza nos tome declaración», explica. «Lo que dijeron los supervivientes españoles cuando salieron de los campos nazis fue: ‘Cuéntalo’. Pero no se respetó esa petición, y lo que permaneció en todo el espacio temporal fue el silencio, incluso ahora. Y eso es lo más terrible», denuncia.

«Al mantenerse la historia en el anonimato, no se ha hecho justicia de ninguna clase», añade Nogués, y prosigue: «No hay que olvidar que cuando salieron de los campos, el 5 de mayo de 1945, llamado Día de la Liberación, para ellos no hubo liberación como tal, porque no tenían a dónde ir, no podían volver a su país porque la dictadura franquista se lo impedía, eran apátridas, estaban en una situación más terrible e indigna de la que pudieron tener otros».

Instalación de una ‘Stolpersteine’ en Madrid en 2019, año en que se colocaron varias.|ARMH

«Demasiado silenciado»

«El Estado español se ha esforzado en silenciar de forma deliberada», lamenta Esther Calcerrada. «Dieron su vida, pero además sus familias también pagaron las consecuencias del franquismo. Tenemos que contar su experiencia, lo que pasó. Es el mandato de los supervivientes: Contarlo, para que se conozca la verdad, y que se proceda a ejercer la justicia que no han tenido. Que se repare ese silencio tan atroz en el que se ha sumergido su memoria», remata Nogués.

Muchos familiares de estas víctimas tienen la determinación de seguir adelante con las ‘piedras de la memoria’. Solo en Madrid pretenden instalar 492, el número de madrileños deportados que hubo en los campos nazis. El precio de cada una ronda los 120 euros, y su pago recae en las propias familias. «Es un procedimiento sencillo, no necesitamos grandes cosas de las autoridades, simplemente que no se opongan», comentan.

«Es una iniciativa que ayuda a darse cuenta de que hablamos de trayectorias de gente normal, y eso es importante. Y se presta a visitar, como ya se está haciendo, con estudiantes de Secundaria, esos lugares donde se han colocado las piedras. Habitualmente están incrustadas en el suelo, a la altura del último portal donde vivieron las víctimas. Y de ese modo se puede comentar con los estudiantes qué pasó, es un buen soporte para que la gente empiece a interesarse», reflexiona el historiador Bermejo.

«En este país se sabe más de las dictaduras ajenas que de la nuestra. Nos llevamos las manos a la cabeza con las atrocidades extranjeras y no reconocemos las propias, ni a los españoles que lucharon contra el fascismo. El lavado de cerebro perdura desde hace demasiado, y cuanto más tiempo transcurre más difícil es reconducirlo. Es importante conocer y reconocer la lucha contra el fascismo, y más ahora, que parece que estamos dando pasos hacia atrás», reflexiona Esther Calcerrada.

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Fotografía destacada: Campo de concentración nazi de Mauthausen. Prisioneros saludan a la 11ª División Acorazada de los EE. UU. por su liberación.

Fuente:https://www.eldiario.es/sociedad/supervivientes-espanoles-campos-nazis-dijeron-cuentalo-espana-no-hecho_1_7165460.html

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Día Internacional de las Víctimas del nazismo Testimonios para no olvidar el Holocausto: del desconocido campo de concentración de Gusen al horror de Auschwitz

Este 27 de enero se conmemora el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto, una de las mayores atrocidades de la historia que dejó más de 18 millones de asesinados en todo el mundo.

lasexta.com / Marina Yeste / 27/01/2021

Desde que en 2005 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableciera el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, se han celebrado distintos actos conmemorativos en todo el mundo para que esta parte de la historia no caiga en el olvido y se tenga conocimiento de lo ocurrido.

“Por razones obvias, los supervivientes del Holocausto van falleciendo. Por eso es esencial mantener las políticas de memoria para mantener vivo el recuerdo de lo que sucedió”, explica el investigador Josep Calvet a lasexta.com. “Es necesario aprovechar esta manera para llegar a los jóvenes con el objetivo de que episodios tan terribles como el Holocausto vuelvan a suceder”, añade Calvet.

Gusen, el olvidado campo de concentración español

“Mi abuelo sufrió la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y acabó asesinado en el campo de concentración de Gusen, en Austria”. La historia que Enrique Pastor, nieto de Francisco López, cuenta a lasexta.com es tristemente un episodio conocido en muchas familias españolas.

Francisco López, conocido por su apodo ‘Sopas’, fue un herrero republicano de Almansa (Albacete) obligado a exiliarse después de la Guerra Civil, como más de medio millón de personas del bando republicano. Para casi todos, Francia fue el país al que emigrar en 1939 y donde muchos como él “no eran bien recibidos, y más después de una guerra donde estaban marcados como rojos y apátridas”, recuerda Pastor.

Entre norte y sur de Francia, ‘Sopas’ trabajó durante más de un año con la esperanza de obtener la nacionalidad francesa y volver a ver a su mujer y sus tres hijas pequeñas que había dejado en España. Enrique recuerda que todavía conserva más de 30 cartas que enviaba su abuelo explicándole sus vivencias. Sin embargo, esas cartas dejaron de llegar cuando en mayo de 1940 las tropas alemanas invadieron Francia y López fue deportado a campos de prisioneros de guerra.

Pronto una orden de la Gestapo obligó a todos los españoles a pasar de esos campos de prisioneros a los campos de concentración nazis. “A partir de ahí, les trasladan en trenes como ganado al matadero, la gran mayoría a Mauthausen (Austria)”, relata Pastor. ‘Sopas’, como muchos otros, fue derivado a Gusen, subcampo de Mauthausen, donde fueron asesinados 3.959 españoles, según el propio Gobierno de España. Pastor explica que nadie logra sobrevivir al “infierno de los infiernos” más de tres meses y su caso lamentablemente no fue distinto: murió en noviembre de 1941 en el pozo o las canteras de Gusen.

Gusen, campo de concentración nazi | Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica

En 2014, gracias a un viaje familiar, Enrique Pastor visitó Mauthausen y Gusen para ver donde habían asesinado a su abuelo. Su sorpresa fue al ver que el primer campo de concentración se mantenía intacto, mientras que Gusen no conservaba prácticamente nada. Considera que desde el Gobierno nunca se ha investigado sobre los deportados y que han sido ellos mismos, desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, junto a investigadores como Benito Bermejo o Carlos Hernández, los que han puesto algo de luz en esta parte de la historia española.

Queremos que se reconozca lo que sucedió en Gusen para que no vuelva a suceder

“En casa es un tema difícil de gestionar. Es una herida abierta y nosotros solo queremos cerrarla, que se reconozca lo que sucedió y que no vuelva a suceder”, concluye Pastor. Como su abuelo, que por su condición política tuvo que morir lejos de su familia, hay miles de casos en España. Puedes ver la historia completa de ‘Sopas’ y la de otros deportados españoles en Deportados.es.

Una familia de Lloret de Mar marcada por el horror de Auschwitz

La historia de Leon Mordoh, judío partisano de Grecia, es la historia de cómo un hombre logró zafarse de los nazis y salvar así a gran parte de su família. Miriam y Judith Mordoh, sus bisnietas, explican a la sexta.com la historia de ‘Aba‘, como le conocían en su ciudad, plasmada en el libro ‘El Partisano’ (Tirocinio, 2003) de, escrito por su abuelo Samuel Mordoh.

La familia Mordoh siempre había residido en Salonika, lugar de acogida de muchos judios sefardíes después de su expulsión en 1491. Cuando Grecia fue invadida por el régimen de Mussolini, ‘Aba’ huyó junto a su familia y amigos a la isla griega de Evia evitando el mismo desenlace que tendrían muchos. Las hermanas Mordoh cuentan cómo su bisabuelo tuvo que partir sin su madre, que únicamente se comunicaba en ladino, porque supondría un peligro si alguien la escuchaba hablar en la lengua de los judíos sefardies.

Finalmente, ‘El Partisano’ logró huir a Israel en una pequeña barca de pescadores, después de establecerse momentáneamente en Turquía. Una vez allí, lejos del peligro de la represión antisemita, lograron establecerse hasta que, años después, los Mordoh se mudaron a Lloret de Mar (Girona) y allí vieron el sitio ideal para rehacer su vida.

Sin embargo, no todos en la familia corrieron la misma suerte. “Las ocho hermanas de nuestra bisabuela, sus maridos y la hermana de mi bisabuelo murieron en Auschwitz. Nunca quisieron mudarse de Salonika”, explican ambas. Además, recuerdan la conocida historia de la mujer del hermano de su bisabuelo, Mezaltov Behar ‘Fofó’ Mordoh, una superviviente de Auschwitz que logró escapar de los experimentos de los médicos Claubert y Horst Schumann.

Nosotras lo vivimos como algo muy íntimo, es nuestra historia familiar. No hemos sido conscientes hasta hace poco

“En casa veneramos al ‘Aba’ como un héroe y hasta hace poco no hemos sido conscientes de lo que ha pasado realmente nuestra familia”, explican las hermanas Mordoh a lasexta.com. “Gracias a tu entrevista hemos decidido visitar el cementerio judío de Montjuïc, donde se encuentra toda nuestra familia, por el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto”, concluye Judith Mordoh.

El caso del judío italiano con identidad falsa

Paola Romano, una italiana muy ligada a España por amigos y visitas al país, cuenta lasexta.com la historia de sus raíces judías y de cómo su familia se vio envuelta en los horrores del Holocausto. Pese a que toda su familia era de origen católico, su tía Tuda se casó con Vittorio Levy, un judío que vivía en Génova, y acató la Doctrina del Judaísmo.

Cuando las leyes antisemitas empezaron a endurecerse en una Italia marcada por el Gobierno de Musolini, Vittorio tuvo que adoptar otra identidad para evitar las represiones. Sin embargo, y pese a todas las precauciones, un espía de la OVRA, el servicio de Policía fascista italiano, lo delató. “Los nazis lo arrestaron y no pudo despedirse de su mujer ni de su hijo, Luciano”, detalla Romano.

Auschwitz-Birkeneau | Pixabay | Peter89ba

Vittorio Levy pasó en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau 10 meses antes de morir a causa de tifus. Su familia se enteraría de su muerte tiempo después a través de una carta. Luciano, su hijo, decidió emprender un duro viaje a Suiza por miedo a una futura persecución y Tuda se trasladó a Milán, donde le esperaba su hermano, y padre de Paola, Franco Romano. “Mi padre fue uno de los muchos católicos que ayudaron a los judíos de Italia y logró salvar a su hermana entre otros, aunque ella falleció poco después ‘de la pena’”, cuenta Romano emocionada al recordar este duro relato familiar.

Asimismo, recuerda una historia espantosa que le contó su padre antes de morir sobre unos de unos viejos amigos, la familia Luzzato, asesinados brutalmente por los nazis en su casa. “Mi padre se sentía orgulloso de lo que había hecho pero por otro lado en nuestra casa nos dábamos cuenta de que tenía una carga muy fuerte, un sufrimiento interior que casi no lograba expresar”, concluye.

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Fotografía destacada: Testimonios para no olvidar el Holocausto: del desconocido campo de concentración de Gusen al horror de Auschwitz | Pixabay | Peter89ba

Fuente:https://www.lasexta.com/noticias/sociedad/testimonios-olvidar-holocausto-desconocido-campo-concentracion-gusen-horror-auschwitz_2021012660110fe7ce442700016d5652.html

Las despedidas de los ejecutados por el franquismo son «el género literario que expresa con más emoción el drama de la guerra civil», según Xesús Alonso Montero, quien a sus 92 años sigue recopilando las últimas misivas de presos gallegos.

publico.es / Henrique Mariño / 25/01/2021

Un día antes de que lo ejecutasen, Manuel Estévez Gómez le envió a su familia una carta sobrecogedora en la que explicaba el motivo de su muerte a manos de «todos esos canallas que se llaman representantes de la justicia». Fechada el 28 de enero de 1937, se dirige a sus «queridos hijos» y en especial a Emilia, la mayor: «Me matan por ser bueno, por querer que vosotros no padezcáis hambre y no andéis descalzos; en una palabra, por defender un gobierno que estaba constituido».

Este albañil de Tui escribe con dificultad, comete faltas de ortografía y evidencia que no pudo ir a la escuela, pero entiende quién es y a qué mundo pertenece. «Es la carta de un obrero que no sabe puntuar. Un hombre pobre que carga con seis hijos a los treinta y cuatro años. Un trabajador que se afilió a la CNT para que defendiese sus derechos laborales, aunque quizás no tendría mayor vinculación con el sindicato, ni sabría quién era Kropotkin ni otros grandes teóricos del anarquismo», explica el filólogo Xesús Alonso Montero.

Manuel era tan humilde que ni fotos tenía. Por eso, cuando Benito Prieto Coussent lo inmortalizó en la cárcel, se mostró tan agradecido que le dedicó unas líneas en el reverso de aquel rostro que fruncía el ceño circunspecto y miraba sin temor a la oscuridad: «Bendito seas, pintor, / que tal retrato has pintado / en los últimos momentos, / que a muerte me han condenado. / Tan bueno es su corazón / y es tanta su bondad, / no permitió que mataran / sin tal obra terminar».

Es el único pago que puede hacerle a su compañero preso, quien ejercía como profesor de dibujo en el instituto de Tui y pintaría otros veintitrés retratos de encarcelados. Sin embargo, su pluma deslavazada esconde una intención poética, como percibió Alonso Montero antes de pulir su texto corrido para una mayor comprensión del lector. «Probablemente no conocería la diferencia entre poesía y prosa, pero debió de pensarlo mucho porque al final está escribiendo versos. No solo le comunica su gratitud, sino que lo hace artísticamente».

Así, sus palabras en secuencias rimadas de ocho sílabas son un poema oculto que acompaña la dedicatoria a los suyos: «Retrato que le dedico a mi esposa y seis hijos como recuerdo en los últimos momentos». Su única herencia, además de la pobreza, de ahí su sincero agradecimiento al pintor. «Cuando muere alguien de la alta sociedad, le arrebatan lo más grande, pero sus niños no van a pasar hambre. Manuel Estévez Gómez, en cambio, es consciente de que los deja en la más absoluta miseria», razona el catedrático de Lengua y Literatura.

Ese testamento literario en verso y, sobre todo, la emocionante misiva a su familia impactó de tal modo en el expresidente de la Real Academia Galega que decidió ilustrar con su retrato el libro Cartas de republicanos galegos condenados a morte (1936-1948), publicado por Xerais. «Me matan por ser bueno», repite. «Una expresión verdaderamente estremecedora, porque en efecto era así. ¿Lo mataban por ser de la CNT o porque defendía que sus hijos no tenían por qué andar descalzos, ni pasar hambre ni frío?».

Sus palabras, según él, deberían figurar en los libros de texto, del mismo modo que Sarkozy ordenó que se leyese a los escolares la última voluntad de Guy Môquet, un adolescente que luchó en la resistencia contra los nazis. «Y eso que el expresidente francés no era precisamente comunista», ironiza Alonso Montero, quien subraya en su libro que Manuel «habla desde su perspectiva de clase, desde su condición de pobre, en un sistema, el de la Segunda República del Frente Popular, en el que uno tiene la obligación de defender al Gobierno, legítimo, que está comprometido con esas aspiraciones».

Un modesto albañil cuya mayor preocupación ante su inminente final es la precaria situación en la que quedan lo suyos: «Y yo, que no maté a nadie, se respetó todo el mundo, me condenan a la pena de Muerte por los testigos que se han prestado a declarar en contra de mí falsamente. No te digo quiénes son esos señores porque creo que lo sabes. Y por esos canallas os dejo en la más espantosa miseria […]. Se despide de todos vosotros, de madre e hijos, este que siempre os ha querido y no os mira más», escribe Manuel.

«Bastaba saber quiénes éramos para matarnos»

A sus 92 años, Alonso Montero sigue recopilando las despedidas de los presos gallegos ejecutados por el franquismo, al tiempo que se pregunta por qué no han salido a la luz más compilaciones similares. Cartas de republicanos galegos condenados a morte (1936-1948) reunía 120 textos de 57 autores, a los que añadiría seis firmados por cinco reos cuando reeditó el libro. «He seguido recogiendo misivas, de modo que si Júpiter me da vida publicaré una tercera edición con unas cuarenta más», prevé el ensayista.

El corpus epistolar es heterogéneo en todos los sentidos: político, ideológico, religioso… Algunas cartas tienen un estimable valor literario, mientras que otras simplemente reflejan las últimas voluntades o apenas un lacónico adiós. Hay testamentos convencionales con lenguaje pomposo o que critican las malas artes de las autoridades franquistas. Determinadas líneas abrazan a Dios, aunque figuran ejemplos de católicos que redactan diatribas anticlericales. También destilan la esperanza de que la Segunda República resistirá.

Muchas deben su mesura y prudencia al convencimiento de que una prosa incisiva no pasaría la criba de la censura, si bien las enviadas clandestinamente son explícitas y denuncian la sublevación, así como las torturas padecidas entre rejas. Son por ello de especial interés las cartas de los comunistas, cuyo destinatario último es la Historia, y las de los guerrilleros, quienes ensalzan la lucha antifranquista en un profuso epistolario que data de 1947 y 1948.

Carta de Manuel Estévez Gómez, condenado a muerte por el franquismo.  Archivo Xesús Alonso Montero

La crudeza del relato de Segundo Vilaboy («Camaradas: si os dijera todo lo que conmigo han hecho y lo que he tenido que soportar, comprenderíais por qué la última hora no me asusta») mereció la respuesta de la Pasionaria, quien considera la carta de un «sencillo militante» del PCE «el mandato eterno de un héroe del pueblo». Además, destacan las del jefe guerrillero Antonio Seoane y del secretario general del PCE en Galicia, José Gómez Gayoso: «Tenía mil veces razón Vilaboy cuando decía que estos no son seres humanos, que son fieras».

No obstante, el autor deja claro que el franquismo se ensañó con simpatizantes de todas las formaciones, incluida la moderada Izquierda Republicana. El ataque a todo signo de republicanismo responde, a juicio del ensayista, a una «estrategia de terror» contra el Frente Popular en una tierra donde no hubo guerra, sino represión. «En el consejo [de guerra] pudimos comprobar como todo venía ordenado así […]. Bastaba saber quiénes éramos para matarnos», escribió el galleguista Víctor Casas. El pensamiento mismo era objeto de castigo.

Las cartas rezuman resignación, justicia, perdón, venganza e inocencia, pues muchos no entienden por qué serán condenados a muerte o creen que los rebeldes serán derrotados en el campo de batalla, aunque quizás en este caso deberíamos hablar de esperanza. La conservó durante su encierro, por ejemplo, Josefa García Segret, quien fingió un embarazo para evitar la pena de muerte. Es la única mujer presente en un libro que recoge las últimas letras escritas en capilla, «el género literario que expresa con más emoción el drama de la guerra civil».

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Fuente:https://www.publico.es/politica/cartas-presos-republicanos-condenados-muerte-franquismo.html

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Fin a 85 años de lucha: El anillo que recuperó otra historia sin contar de la represión franquista

Una prueba de identificación ha confirmado un 99,999% de coincidencia entre los restos de Eugenio Insúa, fusilado por sublevados en 1936, y el ADN de su hija, Rosa María. Hasta ahora, solo una alianza matrimonial hallada en la fosa común mantenía la esperanza de la familia.

lasexta.com / Nacho del Río / 22/01/2021

Rosa María se ha reencontrado finalmente con su padre. Así lo ha avalado el resultado de una prueba de identificación genética que ha hecho público la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Este ha expuesto un nivel de coincidencia del 99,999% entre dos muestras; una, recogida de los restos de Eugenio Insúa, fusilado el 25 de julio de 1936 por las tropas sublevadas; y otra, a partir del ADN de su hija. Más de 85 años han tenido que pasar para que haya sido posible el acontecimiento puesto que, hasta la fecha, sólo existía una prueba del paradero de Eugenio: una alianza matrimonial.

Todo comenzó el 1 de septiembre de 2020. Aquel día, la ARMH, colectivo que lleva 20 años dedicado a la recuperación e identificación de personas desaparecidas por la represión franquista, inició las labores de exhumación de víctimas en una fosa sin nombre localizada en el cementerio de El Espinar, municipio de Segovia. Allí se esperaban encontrar los restos de, al menos, 16 personas asesinadas por el régimen.

«Durante los primeros días, Rosa María no quiso visitar la exhumación por la incertidumbre sobre la ubicación de los restos, y por su frágil estado de salud», han explicado desde la ARMH. Diez días después del comienzo de esta operación llegaron los primeros resultados. El 10 de septiembre se encontró en dicha fosa un anillo. Se trataba de una alianza marcada por una fecha: el 1 de junio de 1931, día en que Eugenio contrajo matrimonio con su esposa, Irene Serrano. Se encontraba «entre dos cuerpos» de la fosa.

Alianza de Eugenio Insúa hallada en la fosa de El Espinar | ARMH

Sin embargo, a pesar de su importancia para encaminar la identificación de los restos de Eugenio, este hecho no fue comunicado al momento a Rosa María. Los expertos que participaban en la exhumación de la fosa vieron necesario asegurarse previamente de que este anillo era propiedad de Eugenio: «Antes de anunciar la noticia, le fue solicitada a la familia una copia de su acta matrimonial. Cuando enviaron una foto de la misma y vieron la coincidencia de la fecha, el equipo puso en conocimiento de la familia el hallazgo».

De hecho, según han detallado desde la asociación memorialístita, una vez Rosa María supo de la existencia de este anillo y su vinculación confirmada con su padre, no tardó en visitar el cementerio donde se halla la fosa. Al día siguiente de la noticia, se dirigió al lugar en el que se estaban llevando a cabo las tareas de exhumación «para conocerlo de primera mano y agradecer el trabajo del equipo de la ARMH».

Décadas de una lucha sin tregua

El 25 de julio de 1936, Eugenio Insúa contaba con tan solo 29 años cuando fue asesinado en El Espinar junto a otros 11 republicanos -«sin formación militar», según la ARMH– tras sufrir una emboscada mientras combatían la insurrección fascista que avanzaba por Segovia: «Trataron de frenar el golpe de Estado y evitar que sus hijos e hijas tuvieran que vivir cuarenta años bajo una dictadura». Precisamente, Eugenio había regresado recientemente a la zona tras viajar a Madrid para celebrar el tercer cumpleaños de uno de sus hijos.

Tras la tragedia, Rosa María –primero– y sus hijos –después– lucharon durante años, décadas, para investigar el lugar donde se había llevado a cabo ese asesinato en masa y, posteriormente, que se llevara a cabo la exhumación de los restos de las víctimas. Por eso, el descubrimiento de aquel anillo supuso un golpe de alegría inesperado en la familia. «Ha sido una alegría muy grande y claro, son demasiados años. Sabíamos que mi padre debía estar ahí porque siempre nos lo dijeron, pero según el enterrador el nombre de mi padre no figuraba«, explicó Rosa María a laSexta.

Mi madre y yo nos pusimos a llorar al saber lo del anillo»

Alejandro, hijo de Rosa María

«Teníamos la esperanza de siempre, ya descansaremos en paz», aseguró la hija de Eugenio, ya con 85 años, que lamentó en aquel instante que su madre y su hermano no estuvieran ya presentes para presenciar el momento en el que se recuperó por fin la voz perdida de Eugenio: «Solo quedo yo. Mis hijos y nietos han luchado mucho y me alegro de que todo termine de una vez y descansemos todos». Precisamente, su nieto Alejandro también relató en laSexta cómo vivieron aquel anuncio: «(En la mañana del descubrimiento) me preguntaron qué día se había casado mi abuelo. Después yo me puse a llorar y mi madre también».

Con los restos de Eugenio identificados científicamente, Rosa María podrá cumplir ahora su deseo de que estos sean enterrados junto a los de la que fue su mujer, Irene Serrano. No se olvida de mandar un mensaje al Gobierno: «Esto tendría que haberlo hecho el Estado«. Porque la exhumación de El Espinar se ha llevado a cabo con fondos privados y a través de un grupo de voluntarios, sin contar con el apoyo de un Gobierno que ha prometido en su nueva Ley de Memoria Democrática apoyo en las labores de exhumación.

Cabe recordar que en los últimos 21 años se han abierto poco más de 740 fosas en España a través de iniciativas privadas con las que se han logrado recuperar los cuerpos de 9.000 víctimas de la Guerra Civil y la dictadura. Pero bajo suelo español se encuentran enterrados más de 130.000 víctimas de la represión, según las estimaciones realizadas por asociaciones de memoria histórica, aunque no son del todo fiables por la falta de registros. El tiempo pasa, y la posibilidad de localizar, identificar y dignificar la memoria de las víctimas se agota.

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Fotografía destacada: Boda de Eugenio Insúa e Irene Serrano y Bartolomé ARMH

Fuente:https://www.lasexta.com/noticias/nacional/anillo-que-recupero-otra-historia-contar-represion-franquista_20210122600b215dce4427000167a4fe.html

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La exhumación de la fosa sobre la que se instaló una granja de cerdos sigue paralizada por orden judicial

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) espera desde julio a que el juzgado le permita retomar las labores de exhumación. La intervención en la fosa fue paralizada por orden judicial tras encontrar tres cuerpos y 19 proyectiles de bala.

publico.es / Alejandro Torrús / 21/01/2021

El pasado mes de julio la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) comenzó la búsqueda de varias fosas comunes en El Rellán, en el concejo de Grau, en asturiano, y Grado, en castellano. La memoria oral mantuvo vivo el relato de que allí se había dado sepultura a muchas de las víctimas de la represión franquista, prácticamente en el mismo lugar donde alrededor de los años 50 se había levantado una granja de cerdos. En su primer día de prospecciones, la ARMH encontró los restos de tres cuerpos y hasta 19 proyectiles de bala.

Fue entonces cuando acudió hasta la fosa la jueza del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Grado, acompañada de la Policía Judicial, y ordenó paralizar la exhumación y se hizo cargo de los restos, así como de las evidencias balísticas. Se trataba de un movimiento inusual y noticioso ya que, tal y como explica la ARMH, la mayoría de ocasiones los juzgados incumplen su deber y se niegan a llevar a cabo actuaciones con respecto a las fosas del franquismo.

Sin embargo, han transcurrido seis meses desde entonces y la exhumación sigue paralizada. La asociación memorialista contactó el pasado mes de diciembre con el Juzgado para conocer cómo se encontraba el procedimiento y recibió la siguiente respuesta de la juez titular: «Visto el contenido del escrito remitido por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica hágase saber por medio de la presente resolución que las diligencias se encuentran archivadas, por sobreseimiento provisional, hasta que se reciba el informe forense».

Balas aparecidas en la fosa común de El Rellán.- ARMH.

Los retrasos y la parálisis que sufre la exhumación de esta fosa suponen un grave problema para los familiares, algunos nonagenarios, que ya llevan 80 años esperando para poder recuperar a los suyos de la fosa y que, ahora, cuando la solución parecía acercarse ven como el proceso vuelve a paralizarse. Por ello, la ARMH ha dirigido por registro un escrito al Ministerio de Justicia exigiéndole celeridad en este tipo de actuaciones que afectan a personas de muy avanzada edad, que llevan demasiados años esperando a dar con los restos de sus seres queridos.

Desde la Asociación denuncian que no sería el primer caso en el que un juzgado interrumpe la exhumación de una fosa común y tras el transcurso de unos meses decide que no va a llevar a cabo ningún tipo de actuación al respecto. «Entendemos que el Ministerio de Justicia debería crear un protocolo de actuación para este tipo de casos, algo que agilice las decisiones y tenga en cuenta por cuestiones humanitarias que si el juzgado puede permitirse el paso del tiempo hay mucho familiares que no», explica Marco Antonio González, vicepresidente de la ARMH.

«Cuando encontramos restos humanos acudimos a denunciarlo al juzgado o al cuartel más cercano y lo hacemos con la idea de que se judicialice y se lleven a cabo actuaciones que garanticen los derechos de las familias, pero a veces nos encontramos con situaciones que añaden complicaciones y retrasos a algo que ya es suficientemente complicado y muy urgente», sentencia González.

Un número de desconocidos de víctimas

La arqueóloga que dirigía la exhumación de la fosa, Arantza Margolles, explicó a Público que la existencia de esta fosa en Grau siempre ha sido conocida por los vecinos, aunque se desconocía la cantidad de personas que podía haber dentro.

«En Grau esta fosa siempre ha sido muy conocida y ha estado rodeada de leyendas. Se ha hablado de que puede haber hasta 300 personas aquí, pero eso es algo que nosotros, con la información que tenemos ahora, descartamos. No creemos que haya suficiente espacio para tantas personas. Un estudio de la Universidad de Oviedo para el Mapa de Fosas de Asturias señaló los nombres de 25 personas, pero en nuestras investigaciones previas hemos encontrado testimonios que dicen que creen que sus familiares están en esta fosa y que no aparecen en el listado de la Universidad. Entre unas y otras, alrededor de 50 familias creen que pueden tener a un familiar en esta fosa», explicó a Público Arantza Margolles.

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Fotografía destacada: La Guardia Civil acudió a la fosa común de El Rellán acompañando a la jueza del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Grado.  Óscar Rodríguez (ARMH)

Fuente:https://www.publico.es/politica/exhumacion-fosa-instalo-granja-cerdos-sigue-paralizada-orden-judicial.html

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