Fosa: Flores del Sil (León)
Fuente: Informe arqueológico de la exhumación
Autor: Andrés Crespo Prieto
Tras el golpe de Estado de julio de 1936 y el control por parte de los militares sublevados de buena parte de la provincia de León, se desató una desmedida represión violenta contra la sociedad civil. Como consecuencia directa de la misma y con el objetivo de salvar sus vidas, cientos de personas se refugian en las montañas de la zona, siendo sustentados en estos primeros meses por sus familiares y personas de máxima confianza. Y serán estos apoyos los que sufrirán, en muchos casos, las consecuencias de la represión.
En este caso, gracias a las labores de investigación llevadas a cabo por parte del personal de la ARMH y a diversos testigos, conocíamos la historia de Isaac Pérez Cabo y su familia. Isaac relató ante un juez militar lo acontecido: huyó a un monte próximo llamado Pajariel, desde donde algunas noches, ocultándose, bajaba a ver a su mujer y a su único hijo, de tres años de edad, llamado Fernando, hasta que en una de aquellas visitas vio, horrorizado, a la puerta de la casa los cadáveres de su esposa Jerónima Blanco Oviedo, de 22 años, dedicada a sus labores, sin filiación política ni sindical, y de su hijo, asesinados aquel día. Que de la misma forma murieron, por aquellos días: su padre, Demetrio Pérez, de más de 70 años, jornalero, sin filiación política ni sindical; su madre, Visitación Cabo González, de 60 años, también sin filiación política o sindical; su hermano Demetrio, de 34 años, casado, jornalero, afiliado a la UGT sin cargo directivo alguno, dejando viuda y dos hijos; su hermano Victorino, de 26 años, jornalero, que vivía con sus padres y también estaba afiliado a la UGT, sin que ostentara ningún cargo; y su hermano político Salvador Blanco, de 38 años y jornalero. Una auténtica tragedia familiar que comenzó con la muerte de Jerónima Blanco Oviedo, de 22 años y en avanzado estado de gestación, y del niño Fernando Cabo Blanco, hijo de Isaac y de Jerónima y de tan sólo 3 años de edad. Ambos fueron enterrados, después de permanecer varios días “expuestos” junto a la antigua carretera Ponferrada-Ourense, junto a la casa familiar, en el barrio ponferradino de Flores del Sil, en un terreno por entonces destinado a huerta de labranza. Con el paso de los años, este terreno se convirtió en un cobertizo en el que vivían animales y se almacenaba material para las faenas del campo, habiendo sido removidos los restos en obras realizadas en el lugar. A pesar de esto, los trabajos arqueológicos sacaron a la luz algunos de los restos de Jerónima y Fernando, y su caso se presenta como uno de los más impactantes en los que ha trabajado la Asociación.
Desde el mismo mes de julio de 2008, en el momento en que se produjo la exhumación de los restos, la ARMH ha reivindicado el nombramiento de un espacio público con el nombre de Jerónima y Fernando. A día de hoy, el Ayuntamiento de Ponferrada, la ciudad en la que se cometieron estos asesinatos, sigue dejando obviando esta reclamación, mientras que el Ayuntamiento de León inauguró una calle en su nombre en febrero de 2009.
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