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Publicado por ARMH

Exhumación Teilán

Fosa: Teilán (Lugo)
Fuente: Informe arqueológico de la exhumación
Autor: René Pacheco Vila
Álbum de fotografías de la exhumación

Bernardo Álvarez Trabajo, apodado “Gasta”, nació en Bembibre (León) en 1915. Durante la Guerra Civil Española, cuando se encontraba realizando el servicio militar en la provincia de Cádiz, fue detenido por falangistas e ingresó en la prisión del Puerto de Santa María, donde fue condenado a muerte y posteriormente amnistiado. Se convirtió en enlace de la guerrilla leonesa, y en febrero de 1948 se incorporó a la II Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia. Un año más tarde, en un tiroteo con la Guardia Civil en las cercanías de Ocero (León), fue herido en una pierna, pero consiguió escapar, huyendo hacia la provincia de Ourense, en los montes de Remesar.

Elías López Armesto, apodado “Pájaro”, nació en 1911 en la parroquia de Teilán (Bóveda, Lugo). Fue miembro de la III Agrupación del Ejército Guerrillero de Lugo, convirtiéndose en Lugarteniente. Se hallaba escapado en el monte junto a sus compañeros Bernardo Álvarez Trabajo y Manuel Fernández Soto cuando fueron delatados por un infiltrado de la guerrilla.

Manuel Fernández Soto, conocido como el “Coronel Benito”, nació en Mugardos en 1902. Fue marinero y militante del Partido Comunista de España (PCE). Tras el final de la Guerra Civil Española se exilió a la URSS y luchó en la II Guerra Mundial. Tras ésta, volvió a Galicia para formar parte de la dirección de guerrillas del PCE. Tras la caída de la dirección guerrillera en Galicia en julio de 1948 asumió la tarea de reorganizar la guerrilla sobre la base de consignas comunistas e inició un proceso de militarización, lo que lo llevó a enfrentamientos con los enlaces y las redes de apoyo, siendo acusado de ser un infiltrado. Poco después de asumir formalmente la jefatura de la guerrilla y la secretaría general del Comité Regional del PCE en marzo de 1949 fue denunciado por Francisco Cano, un infiltrado de su guerrilla, siendo asesinado el 22 de junio de 1949 a manos de la Guardia Civil en Penacoba, en la parroquia de Remesar (Bóveda) junto a Bernardo y Elías, y enterrados en el cementerio municipal de Teilán.

Los cuerpos de estos tres guerrilleros se encuentran en el cementerio de Teilán, inscritos en el registro civil como desconocidos, siendo enterrados en tres fosas individuales. Dos de ellas (las de Coronel Benito y Gasta) en la parte lateral izquierda de la Iglesia, junto al muro que cierra el cementerio al Norte, mientras que los restos de López Armesto se encuentran frente a los nichos de la parte posterior de la misma iglesia.

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Exhumación San Justo de la Vega

Fosa: San Justo V. – El Grillo (León)
Fuente: Informe arqueológico de la exhumación
Autor: René Pacheco Vila
Álbum de fotografías de la exhumación

Es imprescindible en este caso situar el contexto histórico del crimen cometido en El Grillo. La cárcel de Astorga fue un importante centro de retención por el que pasaron cientos de personas durante la guerra civil española y el franquismo. Muchas de ellas fueron retenidas en sus celdas e incluso juzgadas y condenadas a diferentes penas que oscilaban entre la reclusión temporal o perpetua y la condena a muerte y posterior ejecución. Los presos eran culpables de “delitos” como ser de ideas izquierdistas o estar en contra de lo que los golpistas llamaban el Glorioso Movimiento Nacional.

No obstante, hubo muchos otros prisioneros que, bajo la excusa de ser llevados a esta cárcel, fueron fusilados en cunetas, montes o campos cercanos incluso antes de haber pasado por la prisión. Uno de esos lugares es el conocido como Monte de Estébanez, una pequeña zona boscosa a la que se accedía desde la propia carretera N-120 que une León y Astorga. Hacia el norte de la misma, en un lugar conocido como “El Grillo” los vecinos de la zona conocían la existencia de uno de esos enterramientos.

Gracias a la investigación realizada por la ARMH y con la ayuda de un colaborador de la zona, se llegó a la conclusión de que en aquel paraje debían hallarse los cuerpos de entre 5 y 12 personas, todas ellas ejecutadas y enterradas en el mismo momento. No obstante, hasta que no se realizaran los trabajos arqueológicos no podría afirmarse concretamente su número.

El máximo inconveniente para la investigación de este caso radica en la dura represión ejercida por el bando nacional en todos los pueblos cercanos. Si bien un dato nos permitió conocer que éstas personas podían ser vecinos de Valderas (situada a 70 km del lugar del asesinato), no existe ningún otro apunte que nos ayude a saber las identidades concretas. Y es que hay que tener en cuenta que en Valderas, una población que en 1936 tenía alrededor de 4000 habitantes, fueron recluidas, y la mayoría ejecutadas, cerca de 209 personas, algunos de ellos hijos adolescentes de los propios ejecutados.

La complicación se encuentra entonces en intentar averiguar en qué lugares específicos se hallan unas víctimas determinadas; pero para ello también es imprescindible conocer cuántas personas se encuentran en un enterramiento en concreto, y así poder hacer una relación del número de víctimas, la fecha de su ejecución y las sacas puntuales que coinciden con esa data.

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Exhumación Abenójar

Fosa: Abenójar (Ciudad Real)
Fuente: Informe arqueológico de la exhumación
Autor: René Pacheco Vila
Álbum de fotografías de la exhumación

En el antiguo cementerio civil de Abenójar debían localizarse los cuerpos de cinco personas asesinadas durante los primeros años del Franquismo. Tras la exhumación, únicamente pudieron recuperarse los cuerpos de tres de las cinco víctimas, desconociendo qué pudo suceder con los restos de las otras dos.

Sixto Fernández Castillo era natural y vecino de Abenójar (Ciudad Real) Era labrador y viudo de Valentina Calvo Redondo con la que tuvo una sola hija, Emilia. Se hallaba preso en la cárcel de Almodóvar del campo de la que huyó el 12 de diciembre de 1939 junto a Teófilo Soriano Anguita. Apodado “colorao” se echó al monte tras la huida, donde perduró hasta su detención en febrero de 1941. Según testifica, él mismo mató en junio de 1940 a José Morejudo, un conocido maqui. Tenía 46 años cuando lo fusilaron.

Teófilo Soriano Anguita también vivió siempre en Abenójar. De profesión chofer, estaba soltero aunque tuvo un hijo llamado Anastasio. Le apodaban “Moreno” y se escapó junto a Sixto Fernández de la cárcel de Almodóvar del campo en diciembre de 1939, echándose al monte. Según la información que puede extraerse de la causa militar, Teófilo era un dirigente comunista y formó parte de los comités revolucionarios. Tenía 33 años cuando lo mataron.

Daniel Yepes Padilla era soltero y vecino de Navacerrada. Soltero y de profesión labrador, fue detenido en su pueblo por la Guardia Civil, de la que consiguió huir internándose en la sierra el 10 de diciembre de 1939. Pertenecía a la CNT, concretamente a la brigada 77. Tenía 28 años cuando lo fusilaron.

De Manuel Marmolejo Pérez poca información conocemos de él, sólo la que puede extraerse de su acta de defunción . Era cordobés pero residía en Abenójar junto a su mujer Irene Sánchez Sandoval, de 38 años, y sus tres hijos José, Francisco y Anastasio, todos menores de edad. Tenía 40 años cuando fue asesinado.

Avelino García era pastor y residía en el Cortijo “La Dehesa” de Abenójar (Ciudad Real). Fue un combatiente republicano durante la Guerra Civil Española y el día de su detención tenía 30 años. El alguacil del ayuntamiento fue a pedirle que lo acompañara al cuartel de la Guardia Civil para un simple interrogatorio. Era el día 30 de noviembre de 1940. Esa misma noche fue asesinado junto a Manuel Marmorejo Pérez “El Chocero” de 32 años en las tapias del cementerio, y enterrado en el interior del mismo.

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Exhumación Villanueva Valdueza

Fosa: Villanueva de Valdueza (León)
Fuente: Informe arqueológico de la exhumación
Autor: René Pacheco Vila
Álbum de fotografías de la exhumación

Antonio Fernández González, jornalero de profesión, tenía 24 años de edad, era natural de San Esteban de Valdueza y vecino de Villanueva de Valdueza, ambas pedanías en la actualidad de Ponferrada (León). Le apodaban El Cesterín, por ser hijo del cestero del pueblo, Manuel Fernández. Se encontraba en su casa el 9 de octubre de 1936 en compañía de su esposa, María García González, y de sus dos hijos, Constantino y Antonio, ambos menores de edad cuando fueron a buscarlo. Su esposa, tras oír la llamada a la puerta le rogó a su marido que se escapara, a lo que él la tranquilizó contestándole que no se debía preocupar, que eran amigos suyos los que venían en su busca.

La memoria colectiva cuenta que Antonio había sido obligado, días antes de su asesinato, a ir en busca de Nicasio Astorgano Carrera a su domicilio para comunicarle que debía personarse ante los falangistas; siendo El Cesterín consciente de las intenciones de éstos, le recomendó a Nicasio que se escapara, que no quedaba otra alternativa si quería seguir con vida. Al volver, Antonio les dijo a los falangistas que no lo había encontrado y que, por lo tanto, no había podido transmitirle el mensaje. No obstante, unos vecinos habían visto cómo ambos habían estado hablando, entendiendo los falangistas que Antonio estaba mintiendo y estaba protegiendo a Nicasio.

Supuestamente, ese fue el motivo que llevó al secuestro de Antonio Fernández, el cual recibió en la plaza del pueblo algunos golpes y ataques con arma blanca, y conducido, ya moribundo, a La Cortea, para allí ser fusilado y abandonado.

Horas más tarde, el enterrador del pueblo fue obligado a subir hasta el paraje donde yacía sin vida el cuerpo de Antonio. Allí se excavó una pequeña fosa, se colocó el cuerpo y se cubrió de tierra. Cuentan sus hijos que siempre recordaron el lugar en el que yacía su padre porque, en aquel punto exacto, el trigo crecía más verde y alto. La mujer de Antonio murió en 1942 y sus hijos se vieron forzados a exiliarse en 1952 a Argentina.

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Exhumación Vallecillo

Fosa: Vallecillo (León)
Fuente: Informe arqueológico de la exhumación
Autor: René Pacheco Vila
Álbum de fotografías de la exhumación

Según cuentan los testimonios (información que también conocía la familia) el alcalde de Cea, Nemesio García López, fue arrestado el 24 de septiembre de 1936 y conducido a la cárcel de Sahagún; fue visto por última vez el 25 de septiembre de 1936, siendo conducido después al Monte Calzadín, un paraje que sirvió en muchas ocasiones para llevar a cabo los asesinatos de las personas represaliadas por el bando nacional. En un primer momento se creyó que dicho alcalde fue conducido a este paraje solo y fusilado allí mismo, lugar en el que algunos vecinos de la zona lo enterraron.

No obstante, después de localizar el enterramiento se descubrieron un total de tres cuerpos, por lo que la información no se correspondía con la que tenía y suponía la familia. Sin embargo, uno de los familiares conservaba un recorte de prensa del diario La Crónica publicado el lunes 5 de enero de 1987. En dicho periódico se publicó una opinión en la que se hablaba de los hechos acontecidos en 1936 y ligados al alcalde de Cea.

Gracias a este texto se pueden conocer varios datos sobre este suceso, pero el principal radica en el conocimiento de que el alcalde de Cea no fue conducido al Monte Calzadín y asesinado solo, sino que lo acompañaron en ese “paseo” dos personas más, de las cuales conocemos, gracias a dicho documento, sus identidades y varias referencias más.

De Castor Hernández Colorado se especifica que era zapatero de oficio y era presumiblemente inválido, por lo que tenían que sentarlo en las sillas; de Nemesio García específica, por otro lado, que daba clases de cultura general por las noches a muchos pobres y desempeñaba una labor docente muy eficiente; de Froilán Pascual Novoa, sin embargo, no se hace mención, por lo que podemos deducir que el autor de la opinión no conocía nada sobre esta persona.

Tras la exhumación y los trabajos de laboratorio, las muestras de ADN dieron un resultado negativo, por lo que la fosa localizada no se correspondería con la que pretendía recuperarse.

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Exhumación Puebla de Don Rodrigo

Fosa: Puebla de Don Rodrigo (Ciudad Real)
Fuente: Informe arqueológico de la exhumación
Autor: René Pacheco Vila
Álbum de fotografías de la exhumación

Según los datos recopilados, en el cementerio de Puebla de Don Rodrigo fueron enterradas un total de siete personas fusiladas entre el año 1940 y 1941. Una de esas personas era José María Méndez Carrasco (padre del mítico guerrillero José Méndez Jaramago, apodado Manco de Agudo), natural de Higuera de Vargas (Badajoz), vecino de Agudo (Ciudad Real), que tenía 67 años de edad cuando fue asesinado en el paraje El Alcornocal de los Bonales en el mes de julio de 1941. Esta víctima había huido al monte junto a cuatro de sus hijos en noviembre de 1940 y, a excepción de su hija Asunción, los demás fallecieron a manos de la Guardia Civil en distintos lugares y situaciones.

Otra de las víctimas que debía hallarse enterrada en el interior de dicho cementerio era Victorio Ramírez García, de 56 años, un jornalero de Puebla de Don Rodrigo fusilado por considerarlo un enlace con la partida de huidos que se hallaban en los montes de la zona. Fue detenido el 9 de noviembre de 1940 mientras trabajaba en las tareas del campo con la excusa de conducirlo a hacer una declaración al cuartel, pero a las afueras de la población lo asesinaron. Su hija fue la que tuvo que ir a reconocer a su padre después del fatídico acontecimiento.

Además de las dos víctimas citadas anteriormente, otras cinco personas fueron fusiladas en los montes cercanos a la población, pero de los cuales no se conocen las identidades, así como tampoco ningún tipo de documento o testimonio que nos permita al menos referir a alguna de las víctimas. No obstante, y a raíz de la exhumación llevada a cabo en el cementerio de Puebla de Don Rodrigo, y gracias a la ayuda de vecinos de esta localidad, se está intentando conseguir la mayor información posible que permitan identificar a estas cinco personas.

En relación con éste último caso, se conserva un documento redactado en 1957. Este documento nos permite conocer una información tan valiosa como la fecha de la muerte de dichas personas, cómo se desarrollaron los hechos y conocer con exactitud el lugar en que tuvo lugar la emboscada. No obstante, no aparecen nombres ni otros elementos que nos permitan identificar a dichas personas.

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