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La exhumación que hace 25 años rompió el silencio de las fosas de Franco: “No imaginábamos la envergadura de esto”

En octubre del año 2000 Emilio Silva impulsó la primera exhumación con métodos científicos al buscar a su abuelo y otras 12 víctimas en Priaranza del Bierzo (León), un punto de inflexión que provocó un efecto dominó entre quienes tenían a familiares desaparecidos

www.eldiario.es / Marta Borraz / 20 de octubre de 2025

A Emilio Silva le cambió la vida un giro fortuito de agenda a última hora. Era marzo del 2000 y él viajaba por El Bierzo haciendo entrevistas para escribir una novela sobre guerrilleros durante la dictadura cuando una frase imprevista se cruzó en su camino: “Yo sé dónde está la fosa en la que está enterrado tu abuelo”, le dijo el antifranquista Arsenio Marcos. Aquella conversación no formaba parte del plan inicial porque, tras la entrevista, Emilio debería haber asistido a la reunión que había agendado con otro opositor a la dictadura. Sin embargo, este le canceló la cita por un contratiempo personal, por lo que la charla con Marcos se alargó más de lo previsto.

“Si aquel hombre no hubiera tenido ese problema familiar aquella tarde probablemente hoy yo no estaría hablando contigo”, dice Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) al otro lado del teléfono. Quizá no estaríamos hablando y quizá él tampoco hubiera hecho todo lo posible para intentar sacar a su abuelo, Emilio Silva Faba, de debajo de la tierra. La exhumación, iniciada un 21 de octubre de hace 25 años en Priaranza del Bierzo (León), fue la primera en la que se usaron métodos científicos para buscar a víctimas del franquismo y se convirtió en un punto de inflexión que rompió un silencio impuesto durante décadas.

“Yo lo que quería era enterrarlo con mi abuela y volver a mi vida de periodista. Pensé que iba a regresar a la casilla de salida antes de encontrar la fosa, pero todo fue imparable”, explica Silva, que recuerda que desde entonces hubo “mucha gente” que empezó a interesarse por el proceso y a pedir ayuda para buscar a sus familiares desaparecidos. En 2002 hubo “un pequeño boom mediático” tras la exhumación de otra fosa en Piedrafita de Babia, también en León, y ese verano “yo ya estuve cinco o seis horas diarias hablando por teléfono con personas” que querían saber cómo recuperar a sus muertos.

El abuelo de Emilio Silva, Emilio Silva Faba, era militante de Izquierda Republicana. Fue asesinado el 16 de octubre de 1936

El día en que Arsenio Marcos le habló a Emilio de la fosa de su abuelo, le llevó hasta allí. Era una pequeña parcela a la entrada de Priaranza, en el kilómetro 8 de la carretera comarcal, y en ella habían sido enterrados su abuelo y otros 12 republicanos de Villafranca del Bierzo asesinados el 16 de octubre de 1936 por pistoleros falangistas. Sin embargo, poco de aquello se sabía en su casa, donde “apenas se hablaba” de lo ocurrido, un trauma familiar que hizo que el dolor, el silencio y el miedo se fueran heredando. Sin embargo, el impulso de Emilio hizo que un tío suyo también se involucrara en el proceso hasta que lograron el permiso del Ayuntamiento para exhumar.

De remover la tierra con las manos a un equipo completo

Antes, Emilio ya había contado su historia en el periódico La Crónica de León, en la que publicó un artículo titulado “Mi abuelo también fue un desaparecido” que llegó a las manos de Julio Vidal, arqueólogo territorial de la provincia que se ofreció a dirigir los trabajos junto a la antropóloga forense Encina Prada. Según cuenta Silva, Vidal “conocía perfectamente” la zona porque su madre había nacido en Priaranza e incluso “recordaba que cuando era niño él y sus amigos pasaban corriendo por allí porque sabían que había muertos debajo”.

Entre los profesionales a los que Vidal y Prada llamaron para sumarse al proyecto estaba el antropólogo forense Francisco Etxeberria, que ha participado en numerosas exhumaciones de fosas de la Guerra Civil y el franquismo. “Lo de Priaranza se considera un hito porque se utilizaron todos los recursos de las disciplinas que se usan hoy para exhumar, entre ellos la historia, la arqueología, la antropología y la genética”, señala Etxeberria, que celebra que Vidal “tuviera el mérito de no mirar para otro lado y desempeñar un papel que hoy ni siquiera juegan muchas instituciones”.

Que los trabajos estuvieran dirigidos por un arqueólogo y en ellos se involucrara un equipo técnico especializado era la gran diferencia con las decenas de exhumaciones que se habían hecho durante la Transición. Porque la de Priaranza fue la primera en la que se usó el método científico y se identificó genéticamente a uno de los represaliados –el abuelo de Emilio–, pero no fue la primera vez que las familias quisieron desenterrar a sus seres queridos para darles una sepultura digna. “Exactamente no tenemos una cifra exacta de cuántas fueron, pero podemos decir que más de 200”, sostiene la historiadora Zoé de Kerangat, que ha investigado estas exhumaciones.

En su tesis convertida en libro Remover cielo y tierra (Comares)la experta pone sobre la mesa cómo estas fueron iniciativas que “partieron de familiares de fusilados que deciden que por fin es momento de recuperarles” y que “se ponen manos a la obra de manera muy informal”. No contaban con el apoyo de las instituciones y tampoco con la participación de equipos profesionales. “Van a cavar la tierra con palas, picos e incluso con sus propias manos o cucharas, según nos han contado algunos testimonios orales”, apunta la historiadora.

Noticia sobre las exhumaciones durante la Transición en Murcia. La Verdad 14.03.1979 / Archivo municipal Murcia

El efecto dominó

La fosa de Priaranza fue exhumada en siete días y todas las voces que estuvieron presentes en ella recuerdan “la impresión que causó” entre los vecinos del pueblo. “Fue acercándose gente mayor, muy mayor, que recordaba cosas”, cuenta Etxeberria. Entre ellos estaba Francisco Cubero, un vecino de la localidad de Villalibre de la Jurisdicción que, con 16 años, fue obligado por la Falange local, junto a otros dos jóvenes, a enterrar los cadáveres, recuerdan tanto el antropólogo forense como Emilio Silva.

Coinciden ambos también en reseñar cómo la exhumación trajo consigo un imparable efecto dominó. “Cuando estábamos allí nos dijeron que había otra fosa en la provincia de al lado y de esta forma comenzó este movimiento de asociaciones organizadas para la recuperación de la memoria histórica. Empezó una secuencia que no imaginaba, no creíamos que pudiera haber tanta fosa como las que hemos visto”, explica Etxeberria, que a nivel personal también traslada la “sorpresa” que le produjo Priaranza. “En nuestra ingenuidad pensábamos que los que murieron en la guerra estaban en los cementerios, pero aquello era una fosa común en una cuneta. Había poca conciencia entonces de estos enterramientos clandestinos de gente hecha desaparecer”.

Algo parecido traslada Emilio Silva, que no volvió a dedicarse al periodismo para dedicar su vida a acompañar a las familias de desaparecidos y que acaba justo de publicar el libro que dejó a medias en el año 2000, titulado Nébeda (Alkibia). “Al principio casi pensé que era una cosa solo de El Bierzo, una zona minera con mucha represión, pero cuando todo explotó y empezamos a ver la dimensión nos dimos cuenta de lo bestia que era. No imaginábamos la envergadura de esto”.

Placa conmemorativa en homenaje a los 13 asesinados por pistoleros falangistas enterrados en la fosa de Priaranza del Bierzo.

Desde entonces, han sido exhumadas miles de víctimas, aunque todavía quedan muchas más. El Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, que actualmente vehiculiza los trabajos a través de subvenciones, calcula que quedan unos 11.000 cuerpos recuperables. Sin embargo, la ARMH de Silva sigue su camino al margen de la institución, a la que afea que “España sea el único país del mundo” que busca a sus desaparecidos “a través de partidas” que dependen del color político del Gobierno. “Lo que debería es ponerse en marcha una oficina de atención a víctimas que recibiera las peticiones e hiciera los trabajos porque recuperar a los familiares es un derecho”, apunta.

Aunque para muchos es un derecho aún pendiente, si echa la vista atrás, Emilio ve mucho silencio y mucho miedo en el que han ido abriéndose grietas. Recuerda a Belia González, hija de otro de los 13 fusilados de la fosa de Priaranza del Bierzo, que “no dejó de temblar” durante las tres horas de conversación que mantuvo con ella en su casa, cuando tenía 92 años. “Le costaba entender que pudiéramos hacer la exhumación y nadie viniera a por nosotros”. También se acuerda del hombre de Villafranca del Bierzo, el pueblo de su abuelo, al que encontró leyendo el periódico frente a su casa y le preguntó por la represión. Él comenzó a contarle y entonces una mano emergió de la puerta entreabierta de la vivienda, le tiró del extremo de la chaqueta y él no volvió a decir nada. “Yo me imaginé detrás de aquella puerta a miles de personas”, dice Emilio. “Hoy ha habido un aprendizaje: la gente ahora sabe que se exhuman fosas y no pasa nada grave después”.

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Fotografía destacada: Un momento durante la exhumación en Priaranza del Bierzo en octubre del año 2000. | ARMH

Fuente:https://www.eldiario.es/sociedad/exhumacion-25-anos-rompio-silencio-fosas-franco-no-imaginabamos-envergadura_1_12698103.amp.html

Emilio Silva, nieto del primer exhumado del franquismo: «En España hubo voluntad de no mirar a las cunetas»

 El 21 de octubre del 2000 se exhumaron por primera vez en España con método científico restos de víctimas de la represión franquista

 «Cuando identificamos a mi abuelo fue una forma de cerrar un círculo de dolor que había permanecido abierto durante más de sesenta años», recuerda Silva

www.infolibre.es / Pablo de la Serna / 20 de octubre de 2025

La mañana del 21 de octubre del 2000, en una ladera a las afueras de Priaranza del Bierzo (León), un puñado de familiares, arqueólogos y vecinos rompió el silencio de seis décadas al abrir una fosa común. Por primera vez en España se exhumaron con método científico los restos de víctimas de la represión franquista. Hasta entonces, muchas fosas se habían abierto con una azada, un pico y una pala, sin herramientas forenses ni posibilidad de identificación, solo para llevar los restos al cementerio.

Un cuarto de siglo después, la historia de aquella exhumación —la de uno de ‘Los Trece de Priaranza’, Emilio Silva Faba, asesinado en 1936— sigue marcando el movimiento por la memoria. Su nieto, Emilio Silva, quien encabezó esa primera excavación y es presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), recuerda en conversación con infoLibre cómo fueron esos primeros pasos y qué desafíos permanecen en un país donde la memoria, según Silva, aún se disputa en las aulas, en las familias y, sobre todo, en las instituciones.

¿Cómo empezó a investigar la desaparición de su abuelo después de tantos años?

En 1999 dejé mi trabajo de periodista para escribir una novela y empecé a viajar al Bierzo, la tierra de mi familia, para hablar con gente mayor y recopilar historias de la guerra y la posguerra. Un día quedé con Arsenio Marcos, un amigo de mi padre y antiguo preso político que había pasado por la cárcel en 1962. Fuimos a visitar a un conocido suyo y, por la tarde, en medio de una conversación surgió el nombre de mi abuelo. Yo le conté lo poco que sabía y que lo habían matado en 1936. De repente, me contestó con total naturalidad, que creía saber dónde estaba enterrado.

Fuimos hasta el pueblo y, preguntando a los vecinos, un paisano nos señaló el lugar exacto de la fosa. Aquel instante fue como abrir una puerta cerrada durante más de sesenta años. A los pocos días escribí un artículo en La Crónica de León titulado Mi abuelo también fue un desaparecido. Lo firmé con mi nombre y dejé mi teléfono al final.

¿Qué le contaban en casa sobre él?

Sabía que había sido militante de Izquierda Republicana, que había escrito en prensa y que lo asesinaron los falangistas, pero todo con mucha discreción. Si mi padre me contaba algo, me pedía que no lo repitiera fuera y mi abuela jamás habló de él. Murió en 1997 sin contar nada, ni cómo se conocieron, ni cómo fue su vida, ni cómo murió. Si en alguna conversación mi padre y sus hermanos se acercaban a esos tiempos, mi abuela daba un golpe en la mesa y todos sabían que había que cambiar de tema.

¿Cómo surgió la iniciativa de hacer la exhumación de manera científica?

En el artículo de La Crónica de León dejé mi teléfono y me llamó un arqueólogo, Julio Vidal. Su madre era del pueblo de la fosa y de niño pasaba por allí sabiendo que había muertos. Se ofreció a excavar con su pareja y un grupo de arqueólogos y antropólogos forenses. Antes hubo exhumaciones en los 70 hechas por familias sin técnicas, por valentía. En Priaranza supimos, por ejemplo, que faltaba un cuerpo porque una familia lo había recuperado en 1936 poco después de que fueran fusilados.

¿Por qué cree que tardó tanto en instaurarse este método en España cuando en otros países como Chile estaba muy asentado?

Fue una decisión política. En España hubo una voluntad deliberada de no mirar hacia adentro. Durante años, el Estado se interesó más por las desapariciones de otros países que por las propias. El Congreso y el Senado, por ejemplo, llegaron a crear comisiones para investigar la desaparición de súbditos españoles en América Latina, en países como Argentina o Chile, mientras aquí seguían miles de cuerpos en las cunetas. La justicia española fue incluso capaz de detener a Pinochet en Londres, pero nunca ha abierto una investigación judicial sobre los crímenes del franquismo. Y luego estuvo el miedo. En los años 70 hubo gente muy valiente que, sin medios técnicos ni apoyo institucional, exhumó fosas con un pico y una azada. Pero tras el golpe del 23F, aquel intento de sacar los cuerpos se frenó en seco. 

¿Creía en ese momento que la exhumación de su abuelo iba a iniciar un camino para la reconstrucción de la memoria en España?

No nos dimos cuenta realmente de la dimensión del problema hasta el verano de 2002, cuando organizamos un campo internacional de trabajo con voluntarios y voluntarias de nueve países distintos para realizar tres exhumaciones en la provincia de León y tuvo cierta visibilidad mediática. De repente empezaron a llamarnos de todas partes. Ese verano pasaba entre cinco y seis horas diarias hablando por teléfono con familiares que querían saber si podíamos ayudarles a encontrar a su abuelo, su padre o su hermano. 

Ahí comprendimos que lo que habíamos hecho en Priaranza no era una excepción, sino el inicio de un movimiento. En 2002 cargué en mi coche los primeros 64 casos documentados y los llevé hasta Ginebra para entregarlos al Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas de la ONU. 

¿Qué supone que una familia encuentre a un desaparecido y acabe con esa duda?

Yo soy nieto de un desaparecido y, de algún modo, hijo de un trauma. Mi padre dejó la escuela con diez años, nunca volvió a un aula y eso te marca, te educa y te atraviesa sin que te des cuenta. Cuando creces con alguien que ha vivido algo así, también heredas sus silencios y sus miedos. En mi casa, el dolor estaba siempre ahí, aunque no se nombrara. Por eso, cuando encontramos la fosa e identificamos genéticamente a mi abuelo, aquello fue una forma de cerrar un círculo de dolor que había permanecido abierto durante más de sesenta años.

Para mis tías y para mi padre fue una reparación emocional enorme. No borró sus infancias truncadas ni las décadas de silencio, pero les permitió poner nombre y lugar a una ausencia, llevar a su padre junto a su madre, compartir un duelo que durante toda su vida les había sido negado. En ese momento entendí que recuperar los restos no solo tiene un valor simbólico. 

¿Sigue existiendo ese temor o resistencia que lleva a las familias a no buscar a sus desaparecidos?

Es curioso que la mayoría de quienes se vinculan a la asociación no son las propias familias a las que hemos ayudado. Interpreto que hay un resquemor, una herida que aún supura. Muchas familias salen a la vida pública para resolver su caso, pero después vuelven al silencio. Es comprensible porque durante décadas nadie les ofreció protección ni justicia

En el mundo rural ese miedo se multiplica. En los pueblos todos saben quién fue el que delató, quién disparó, quién se quedó con la casa o con las tierras del vecino, pero se calla. Hay una especie de pacto tácito de silencio, una conciencia colectiva de que abrir la boca puede alterar los equilibrios heredados. 

¿Qué opinión le merecen los intentos de PP y Vox de tumbar las leyes sobre memoria?

La pelea de la derecha ya no está tanto en las exhumaciones. Saben que van a ocurrir fuera de los juzgados. Como no se va a investigar a los asesinos ni se les va a juzgar, ahora su batalla es simbólica y cultural. Buscan declarar bienes de interés cultural a monumentos que exaltan ese pasado y disputar el relato en las escuelas para mantener una idea benévola del franquismo. 

Por ello, no es casual que haya jóvenes fantaseando con dictaduras como solución, aunque en el caso de muchos es pura ignorancia sobre lo que significa vivir sin libertades. Cuando voy a institutos a hablar de memoria, les pregunto a los estudiantes si se imaginan cómo sería vivir en una dictadura. Les digo que lo primero que haría un régimen autoritario sería quitarles el móvil de las manos y prohibir el 95% de los contenidos que consumen en Internet. 

¿Qué desafíos tiene todavía por delante la lucha por la memoria en España?

El gran desafío es que la lucha por la memoria ocurra en la Justicia y en las escuelas, pero los juzgados están cerrados para las víctimas del franquismo. Nosotros hemos tenido que irnos hasta Argentina para denunciar los crímenes del franquismo porque en España los juzgados estaban cerrados para las víctimas. En 2010 pusimos allí la primera denuncia y todavía hoy esa causa, a miles de kilómetros, es la única abierta en el mundo contra los crímenes franquistas. 

Aquí, en cambio, la Ley de Amnistía de 1977 sigue impidiendo que se investigue, pese a que los tratados internacionales firmados por España dicen que estos crímenes no prescriben jamás. Por eso digo que cada día que pasa sin justicia es, en realidad, una prolongación de la desaparición.

Fotografía destacada: Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).

Fuente:https://www.infolibre.es/politica/emilio-silva-nieto-primer-exhumado-franquismo-espana-prefirio-mirar-fuera-no-mirar_1_2082059.html

Críticas de la ARMH al futuro museo de memoria democrática: “Manzanares está repleto de exaltaciones franquistas”

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha denunciado que el Ayuntamiento de Manzanares incumple las leyes de memoria mientras la Junta anuncia la creación de un museo dedicado a la memoria democrática en el municipio

www.encastillalamancha.es / 14 de octubre de 2025

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha acusado al Gobierno de Castilla-La Mancha de actuar con “partidismo” al anunciar la creación de un museo de memoria democrática en Manzanares, un municipio que, según denuncian, “está repleto de exaltaciones franquistas” y donde se incumplen las leyes que obligan a su retirada.

La organización ha registrado un escrito de protesta dirigido al Ayuntamiento en el que exige el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica de 2007 y de la Ley de Memoria Democrática de 2022, que obligan a retirar los vestigios de exaltación del franquismo que todavía permanecen en las calles.

El presidente de la ARMH, Emilio Silva, nieto del primer desaparecido republicano identificado genéticamente en España, ha criticado que si alguien habla de defender la memoria democrática en un municipio repleto de exaltaciones franquistas, es que no tiene verdadera voluntad política y está jugando a hacer partidismo”.

Imagen del lugar donde se construirá el museo

Las declaraciones de Silva se producen tras el anuncio del vicepresidente segundo de la Junta, José Manuel Caballero, quien el pasado jueves informó de que el Gobierno regional colaborará con el Ayuntamiento de Manzanares para convertir el antiguo centro de salud en un museo dedicado a la memoria democrática de Castilla-La Mancha. En el acto también participó la directora general de Memoria Democrática del Gobierno de España, Zoraida Hijosa, a quien la ARMH reprocha no haber garantizado el cumplimiento de la ley.

Silva ha lamentado que el Ayuntamiento “lleva muchos años incumpliendo las leyes de memoria” y ha exigido la retirada de todos los símbolos franquistas para que “deje de prevaricar administrativamente y cumpla lo que la ley le dicta”.

Asimismo, ha denunciado que el alcalde de Manzanares no ha permitido colocar una placa en el cementerio municipal en recuerdo de las víctimas republicanas de la represión franquista. “En las calles de Manzanares ya hay un museo del olvido de las víctimas y otro del recuerdo de los verdugos”, ha sentenciado el presidente de la ARMH.

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Fotografía destacada: Vestigios franquistas en una calle de Manzanares

Fuente:https://www.encastillalamancha.es/castilla-la-mancha-cat/ciudad-real/criticas-de-la-armh-al-futuro-museo-de-memoria-democratica-manzanares-esta-repleto-de-exaltaciones-franquistas/

Sin banco de ADN para los represaliados por el franquismo: «Hay que identificarlos y enterrarnos dignamente»

La ARMH, presidida por el nieto del primer exhumado identificado genéticamente en España que era uno de ‘los 13 de Priaranza’, acusa al Gobierno de «falta de transparencia» al contabilizar el número de cuerpos exhumados en fosas pero no el de los identificados

www.leonoticias.com / Ana G. Barriada / 1 de octubre de 2025

Un grito para pedir «dignidad» para los represaliados por el franquismo en España que se lanza desde León. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) que preside Emilio Silva, el nieto de la primera víctima desaparecida que fue identificada genéricamente en España tras la exhumación de una fosa común en Priaranza del Bierzo, exige que el Gobierno cree un banco de ADN para permitir la identificación de todas las víctimas del franquismo.

Lo hace con motivo de la respuesta que han recibido del ejecutivo central al ser consultado por cuántas de las personas exhumadas habían sido identificadas, fin último que persigue la asociación para dar paz a las familias y que puedan enterrar de forma digna a sus allegados. Según explica Silva, el Gobierno facilita el número de personas que se han exhumado con subvenciones en fosas comunes pero «oculta la verdadera cifra importante que es la del número de personas que han sido identificadas genéticamente y entregadas a sus familias para darles una sepultura digna».

En este sentido, explica que la Asociación ha llevado a cabo varios intentos para conocer la cifra de víctimas de la represión franquista que han sido identificadas en las exhumaciones que ha financiado el Gobierno, pero ese dato «no es accesible». «En una respuesta por el portal de transparencia llegaron a decirnos que no podían darnos esa información porque se encontraba en un formato de difícil acceso cuando es tan sencillo como pedirle un total a una columna de una base de datos», explica Emilio Silva, nito de uno de ‘los trece de Priaranza’.

25 años de la primera exhumación de la ARMH

El número de exhumaciones o de personas exhumadas no tiene «nada que ver con el número de personas que han sido identificadas» y de lo que se trata es de «buscar desaparecidos y devolverles la identidad». «El problema parte de que el Gobierno no ha querido abrir una oficina que atienda a las familias de los desaparecidos porque esa debería ser la forma de poner en marcha el proceso de búsqueda y no que una empresa dedicada a la arqueología reciba subvenciones del Gobierno cuando no ha investigado debidamente y encontrado a las familias», añade Silva.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica inició las exhumaciones científicas de desaparecidos en España en el año 2000. El próximo 21 de octubre se cumplirán veinticinco años de la primera que se llevó a cabo con técnicas arqueológicas y forenses. En la actualidad la ARMH lleva a cabo exhumaciones e identificaciones genéticas con sus propios recursos, sin ninguna subvención y exigiendo al Gobierno que «garantice» de Derechos Humanos.

España es «el único país del mundo que pretende resolver con subvenciones la búsqueda de personas desaparecidas por violencia política. No hay otro caso de otro país que por muy frágil política o económicamente que sea haya elegido esta forma que discrimina entre familias de víctimas que acceden a los recursos y las que no acceden a ellos», sigue Silva en un comunicado.

El programa Bonaparte «todavía no se ha encendido»

La principal crítica de la asociación llega por el banco estatal de ADN que se creó con la ley de Memoria Democrática. Pronto se cumplirán tres años de la norma y el Gobierno «ni siquiera lo ha puesto en marcha» mientras, asegura Silva, hace dos años «compró un costoso programa informático de manejo de perfiles genéticos, el Bonaparte, que todavía no ha encendido».

Ante esta realidad contundente, el navarro con raíces bercianas recuerda al ejecutivo central que el objetivo último de la búsqueda de desaparecidos es «identificarlos, que sus familias puedan conocer qué les ocurrió y enterrarlos dignamente».

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Fotografía destacada: Exhumación de una fosa común en la provincia de León y, en pequeño, Emilio Silva. | Óscar Rodríguez (ARMH)

Fuente:https://www.leonoticias.com/leon/banco-adn-represaliados-franquismo-identificarlos-enterrarnos-dignamente-20251001081521-nt.html

Clara Campoamor tendrá que convivir en el Congreso con los retratos de quienes la condenaron al exilio

El Congreso presenta este martes el retrato de la política y abogada que se incorporará a la galería de políticos ilustres del vestíbulo principal de la Cámara. 

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica exige, en consecuencia, la retirada de los retratos de los presidentes de las Cortes franquistas. 

www.publico.es / Inés García Rábade / 22 de septiembre de 2025

«¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? […] ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?». Con estas palabras defendía la diputada Clara Campoamor el reconocimiento del voto a las mujeres en las Cortes de la Segunda República. Un derecho aprobado ese mismo día, el 1 de octubre de 1931. Y sancionado definitivamente escasos meses después, dentro de la Constitución de diciembre de ese mismo año. Por fin, en noviembre del 33, las mujeres españolas hacían historia. Introduciendo por primera vez su voto en las urnas de unas elecciones generales.

Duró poco. Dos ciclos electorales. En 1936, el golpe de Estado encabezado por el general Francisco Franco volvía a ponerlas en la casilla de salida. Recortando sus derechos, relegándolas a sus casas, haciéndolas depender de sus padres y maridos. Persiguiendo a aquellas que habían luchado en su nombre. Campoamor no fue una excepción. Falleció en el exilio, en el olvido, sin el reconocimiento merecido. Y nunca volvió a pisar España. Al menos en vida. Tras su muerte, sus cenizas viajaron a Donostia de manera clandestina. Concretamente al cementerio de Polloe, donde permanecen hasta nuestros días en el panteón de la familia de una antigua estudiante de la política republicana.

Este martes, el Congreso de los Diputados salda una deuda histórica con la que fuera abogada, escritora y política feminista. Será la primera mujer en incorporarse a la galería de retratos de políticos ilustres del vestíbulo principal de la cámara. «Se está saldando una deuda con la democracia y con las mujeres. Es importante que demos peso a aquellas que nos abrieron camino. Que nuestras referentes se conozcan, se reconozcan y se valoren», reivindican fuentes del entorno de Francina Armengol, presidenta del Congreso e impulsora de la iniciativa. «Este homenaje nos ayuda a entender que los derechos, especialmente los de las mujeres, no siempre estuvieron ahí y que hay que defenderlos cada día», inciden las mismas voces. «La lucha por la igualdad se libra como una red intergeneracional de mujeres que ganan espacios y libertades palmo a palmo. Nos queda mucho por hacer», concluyen.

«Todas ellas fueron referentes. Les dijeron a las mujeres que la tribuna del Congreso, las comisiones parlamentarias y los debates políticos también eran su sitio»

Campoamor es la primera, sí. Pero no la única. Le seguirán otras ocho mujeres. Las primeras diputadas de la historia de la democracia española. Victoria Kent, Margarita Nelken, María Lejárraga, Matilde de la Torre, Julia Álvarez Resano, Veneranda Manzano, Francisca Bohigas y Dolores Ibárruri. Todas ellas accedieron al escaño entre 1931 y 1936, en alguna de las tres elecciones del período democrático de la Segunda República. Todas reunidas una vez más en la sede de la soberanía popular. En un fecha cargada de simbolismo, cuando se cumplen 50 años de la restauración de la democracia. «Más allá de efemérides, lanza un mensaje a las mujeres y a los y las demócratas de España: el Congreso reconoce la labor de quienes lucharon por ensanchar nuestras libertades», sostienen desde la presidencia de la cámara.

No ha sido un camino fácil. El Congreso acordó ya a principios de 2024 reconocer con estos homenajes a algunas de las mujeres destacadas de la política española del siglo pasado. Pero la falta de entendimiento entre los tres partidos del órgano de dirección -PP, PSOE y Sumar- condenó durante meses al proyecto a permanecer en un cajón. Solo una figura generó suficiente consenso. La defensora del sufragio universal, la voz de los derechos de las mujeres. La propia Campoamor. Este verano, con el Partido Popular fuera de la ecuación, la lista de nombres crecía. Empezando por las diputadas que compartieron escaño con la parlamentaria del Partido Republicano Radical Socialista durante la primera legislatura de 1931. Su compañera de formación Victoria Kent y la socialista Margarita Nelken. Les siguen otras tres socialistas que se convirtieron en diputadas en el año 1933: María Lejárraga, Matilde de la Torre y Veneranda Manzano. Además de la parlamentaria de la Confederación Española de Derechas Autónomas, Francisca Bohigas. Cierran la lista dos diputadas elegidas en las elecciones del 36, la maestra y abogada Julia Álvarez Resano (PSOE) y la dirigente comunista Dolores Ibárruri, la Pasionaria.

«Todas ellas tuvieron el papel de ser pioneras, de ser referentes. Les dijeron a las mujeres que la tribuna del Congreso, las comisiones parlamentarias y los debates políticos también eran su sitio», defiende el equipo de Armengol. Los retratos de las ocho parlamentarias restantes estarán listos cuanto antes. Y se incorporarán a la galería de inmediato. Para ir ganando presencia femenina entre los tondos de la Cámara. Para convertirla en un espacio más inclusivo, más plural, más democrático. De todos.

Pero… ¿qué pasa con los retratos franquistas?

Desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) lo tienen claro: «No se puede rendir un verdadero homenaje a Clara Campoamor -o a cualquier víctima de la dictadura- y a la vez mantener los retratos de quienes, además de participar en el golpe de Estado, presidieron las Cortes que le obligaron a exiliarse». Se refieren a cuatro retratos que adornan la galería de los presidentes del Congreso. Los que inmortalizan a Esteban de Bilbao Eguía, Antonio Iturmendi Bañales, Alejandro Rodríguez de Valcárcel y Torcuato Fernández-Miranda. «Estamos hablando de retratos honoríficos de golpistas y colaboradores del dictador que, por medio de un régimen que perseguía, detenía, torturaba, obligaba al exilio y asesinaba a cualquier disidencia política, destruyeron nuestro primer periodo democrático. Impidiendo durante décadas el sufragio universal y la pluralidad parlamentaria», denuncia en conversación con Público su presidente, Emilio Silva.

La Galería de Presidentes del Congreso de los Diputados. ARMH

Así lo han hecho constar en una carta dirigida a la presidencia del Congreso. Una carta que envían a modo de advertencia. «La próxima vez iremos directamente a un juzgado a denunciar el incumplimiento de la Ley de Memoria que ellos mismos han aprobado«, apunta. En el documento remitido a la cámara critican que, después de cinco décadas, «la democracia ha garantizado a las víctimas del franquismo la misma cantidad de justicia penal que la dictadura: ninguna». «No es posible aceptar que quienes fueron dirigentes de la destrucción de la pluralidad y la libertad, los principios básicos de un parlamento democrático, permanezcan retratados en esa galería como si su llegada a ella no se hubiera producido por una inmensa violencia. De manera ilegítima», apunta Silva. «Hay que tomar partido», pone sobre la mesa. O Con las víctimas o con sus verdugos.

A preguntas de este diario, fuentes de la presidencia del Congreso aseguran que retirar estos retratos no es un debate que se haya abierto de momento, aunque el compromiso de la Cámara con la memoria democrática es total. «Prueba de ello es que el año pasado se celebrara por primera vez un acto en el marco del Día de las Víctimas del franquismo, en el que se homenajeó a Puig Antich», recuerdan. «Seguiremos trabajando por la memoria y por la democracia», aseguran.

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Fotografía destacada: Clara Campoamor Rodríguez, política luchadora por los derechos de las mujeres, durante un mitin en San Sebastián.

Fuente: https://www.publico.es/politica/memoria-publica/clara-campoamor-tendra-convivir-congreso-retratos-quienes-condenaron-exilio.html

Octavio López Reimóndez, vecino de As Nogais que huyó del franquismo y fue víctima del nazismo

La ARMH colocará un Stolpersteine en la memoria de este hombre, que fue deportado a un campo de concentración en el año 1941

www.elprogreso.es / Nieves Neira / 08 de septiembre de 2025

Solamente se conserva una foto de Octavio López Reimóndez,  que nació un 17 de febrero de 1907 en Vilabol (As Nogais) y murió asesinado en el campo de exterminio de Gusen el 16 de noviembre de 1941. Quien más la ha mirado y la sigue mirando es su hija, Ángela. Fuera de esa imagen, apenas llegó a conocerle.

Tenía solamente cuatro años cuando consiguió huir a Francia, tras el golpe de Estado. Sus descendientes todavía no saben cuál fue su compromiso con la Segunda República, ni cuál la postura política que le obligó a tomar esa decisión.

No fue hasta los años 50 cuando la viuda, Manuela, conoció el destino de su marido a través de una carta

Fue precisamente a As Nogais donde llegó una carta, ya bien entrados los años 50, del Gobierno alemán. Al parecer, habían intentado ponerse en contacto anteriormente con la familia, pues hay documentos con fecha anterior, pero sin éxito. Fue solamente en ese momento cuando la viuda, Manuela, de Filloval, conoció el destino de su marido. A partir de ese momento, recibió una pensión del Gobierno alemán, con los atrasos correspondientes, por ser su marido una víctima del régimen nazi.

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Fotografía destacada: Octavio López Reimóndez. | ARMH

Fuente:https://www.elprogreso.es/articulo/a-montana/piedra-tropezar-octavio-l-reimondez/202509080500001906234.html