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Homenaje a las víctimas del Franquismo en Valderas (León)

Estimados/as amigos/as, La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), quiere invitaros a los actos de homenaje a las víctimas del Franquismo que tendrán lugar en Valderas (León), el próximo día sábado día 30 de mayo de 2015. Durante la mañana, a las 11:00 horas, se llevará a cabo una charla sobre la […]

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Exhumación Villadangos del Páramo (León)

La ARMH junto al grupo de Familiares de personas desaparecidas en Villadangos inició el pasado jueves, 24 de febrero, las labores de prospección en el cementerio de Villadangos del Páramo. En este cementerio se buscaban una o más fosas comunes donde pudieran estar los restos de varios grupos de  víctimas represaliadas durante los primeros meses del golpe de estado fascista […]

La ARMH inicia el día 24 las prospecciones en el cementerio en busca de restos de represaliados de la Guerra Civil entre agosto y octubre de 1936. Esperanza contenida en las familias

diariodeleon.es / Ana Gaitero / 16/02/2022

La búsqueda de los 71 paseados. 70 hombres y una mujer, víctimas de la represión franquista durante la Guerra Civil y enterrados en el cementerio de Villadangos, entre septiembre y noviembre de 1936, ya tiene fecha. El próximo jueves 24 de febrero está grabado en las agendas de las familias que mantienen la esperanza de encontrar a sus seres desaparecidos o, cuando menos, de «despejar las dudas», como apunta Pilar González, sobrina de uno de los 71 represaliados.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) anunció ayer que la próxima semana iniciará la prospección en el camposanto sobre los tres puntos delimitados en el proyecto de intervención arqueológica, que abarcan 2,5×5 metros; 2×10 y 1,8×5 en un pasillo en forma de L que está sin tumbas.

La búsqueda llega con casi un año de retraso después de la polémica que surgió en verano al intentar ser vetada por un concejo en el que 22 personas se pronunciaron en contra. «Es una alegría poder empezar, aunque llegamos tarde porque en este tiempo se ha muerto uno de los hijos», comenta Marco González, vicepresidente de la ARMH. Rufino Juárez García, de 86 años, buscaba a su padre, Rufino Juárez Fernández, de Vegas del Condado. No había cumplido los dos años de edad cuando se llevaron a su padre en octubre de 1936 de Vegas del Condado junto a otros miembros de la Junta Vecinal, entre ellos Epifanio Llamazares Fernández. El 22 de octubre fueron recogidos en el lugar conocido como pozo Mulgar del monte de Villadangos los cadáveres de diez hombres fallecidos por «traumatismo craneal», como consta en el Registro Civil de Villadangos, donde se dice que fueron enterrados en el cementerio.

Cuatro de ellos ha podido ser identificados a partir de las señas recogidas con todo detalle en los asientos de defunciones del Registro Civil. Un hombre «alto, fuerte, camisa crema, pantalón color café a rayas, chaqueta y chaleco obscuros, zapatos negros» es Rufino Juárez Fernández, labrador de 45 años.

Otro paseado descrito como «alto, frente ancha con entradas avanzadas» vestido con «chaqueta pana negra rayada, pantalón a rayas, camisa a rayas azules y rojas, botas negras», responde a las señas de su convecino Epifanio Llamazares Cármenes, de 47 años. El nombre de Sixto Rodríguez Fernández es atribuido al hombre alto, grueso, manos largas, traje negro, con camisa verde, zapato negro de suela y cinturón trenzado con dos anillas». José Honrado Jáñez, de 46 años, es el cuarto identificado en el documento oficial a partir de la descripción: «Alto, grueso, cara ancha, chaqueta y chaleco oscuro, pantalón pana negra rayada, camisa blanca a rayas, zapatillas negras».

La búsqueda de las familias, que se inició en 1936 y aún no ha terminado, ha logrado poner nombre a algunos de estos desaparecidos. Es el caso de Federico Sacristán, un empleado de Correos de León, o de Tomás Toral Casado, de Valderas, en aquellos primeros tiempos. Otros nombres fueron aportados por tarjetas de identidad como carnés sindicales. Todo esto junto con la tradición oral en las familias ha conseguido armar un puzle de 41 nombres de entre los 71 desaparecidos. Las ampliaciones y construcción de tumbas en el cementerio acotan la búsqueda a una zona concreta. «Esperemos que queden algunos cuerpos, pero encontremos uno o dos van a ser las 71 historias enterradas allí», afirmó Marco González.

El Ayuntamiento de Villadangos del Páramo aseguró ayer que los permisos, tanto municipales como de la propiedad, que es la Junta Vecinal, están en orden desde octubre. La ARMH no teme que haya más polémica, después de lo ocurrido en verano, que obligó a intervenir al entonces vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, que visitó personalmente el cementerio el 30 de agosto, Día de las Personas Desaparecidas.

«Toda la gente que vaya va a ser bien recibida, nunca trabajamos a puerta cerrada», subrayó González, tras recordar que los problemas partieron de 22 vecinos y no de todo el pueblo. La repercusión de esta polémica tuvo su parte positiva: más familias buscan desde entonces a los desaparecidos de Villadangos.

La ARMH inicia con esta fosa de Villadangos la campaña de este año. Desde el año 2000 ha recuperado los restos de 1.570 personas en España, de las que 170 corresponden a León. Ha intervenido en 80 cementerios. La prospección será dirigida por el arqueólogo gallego Serxio Castro, que ha llevado a cabo numerosas exhumaciones con la ARMH desde 2018. Los trabajos de antropología forense serán dirigidos por Laura González-Garrido, del Área de Antropología Física de la Universidad de León. Y junto a ellas participarán numerosos voluntarios y voluntarias de diferentes puntos de España.

40 HOMBRES Y 1 MUJER

Valderas. Tomás Toral Casado (maestro Villaornate).

Mansilla de las Mulas. Santos Valentín Francisco, Epifanio González Pérez, de Mansilla de las Mulas; Genaro Nachón, Acacio Flaviano Rodríguez y Casimira Marcos Merino.

Valencia de Don Juan. Víctor Valeriano Pérez Barrientos, Marcelino Quintana Fernández, Moisés Rodríguez Martínez, Urbano Gonzalo Soto y Jesús Luengo.

Vegas del Condado. Rufino Juárez Fernández, Epifanio Llamazares Cármenes.

Alija del Infantado (en 1936 de los Melones). Matías del Río Pérez, Vicente Fernández, José Llamas Astorga, Marcelino Rabanal y José Pérez Alija, Francisco Ferrero Lera, Teófilo Pérez,

León. Federico Sacristán Rodríguez, José Álvarez Prida, Herminio Puente Suárez.

San Andrés del Rabanedo. Ignacio Barrientos.

Benavides de Órbigo. Gerardo Vega Vaca.

Villasabariego. Domingo Cañón Gutiérrez.

Folgoso de la Ribera. Marcelino Rodríguez Olano.

Sahechores. Máximo Morais Llamas.

Valdevimbre. Fulgencio Mateo Rey.

Sahagún. Feliciano Álvarez.

San Cristóbal de la Polantera. Eladio Quiñones Blanco.

San Martín del Agostedo. Jesús Agustín Prieto Salvadores.

Otras localidades. Moisés Rodríguez, Serapio Pedrejón de la Fuente, Francisco y Jesús Rojo Álvarez, Eugenio Curiel Curiel, Bernardo Blanco Gaztambide, Narciso Robles González, Evaristo Fuertes Fuertes, Eduardo Prieto Martínez, José Honrado Jáñez, de Luna, Sixto Rodríguez.

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Fuente:https://www.diariodeleon.es/articulo/sociedad/busca-71-historias-enterradas-villadangos/202202160334202192310.html

El que quiera olvidar que olvide y el que quiera recordar, honrar y enterrar con los suyos tiene todo el derecho de hacerlo. Es bien simple, no entiendo tanto discutir ni opinar, son derechos humanos, enterrar a tus muertos, no hay nada que opinar.

Conocí a Susanna Toral Cabau el 11 de abril de 2015 en la convocatoria que se hizo a los familiares de represaliados de la Guerra Civil de mi pueblo, Valderas (León), al objeto de construir un panteón para los represaliados. Mi pueblo, Valderas, con 77 personas asesinadas sobre una población estimada en 3.300 habitantes, fue una de las poblaciones más masacradas de la provincia a partir de finales de julio de 1936.

nuevarevolucion.es / Sol Gómez Arteaga / 26/10/2021

Susanna vino desde Gerona, lugar en el que reside, para asistir a esa convocatoria, y posteriormente, el 30 de mayo de 2015, volvió a desplazarse para participar en la inauguración del Panteón que coincidió con la entrega, en ese mismo acto, de nueve restos de paisanos de la localidad exhumados por la ARMH en el año 2012 en el monte de Estébanez de la Calzada.

Fue muy emocionante leer a su lado, en calidad de nietas, la identidad y una pequeña biografía de los 77 represaliados de Valderas, cuyos nombres figuran en el panteón. Entre ellos el de su abuelo, Tomás Toral Casado, de 36 años, maestro de Villaornate, sacado de la escuela (con anterioridad ya había sido detenido y puesto en libertad) el 10 de octubre de 1936 mientas daba clase ante el estupor de sus alumnos. Sería paseado siete días más tarde, 17 de octubre de 1936, en Villadangos del Páramo.

Tomás estaba casado con María González Carnero, embarazada en ese momento de ocho meses del único hijo que tuvieron, Tomás Toral González. Entre las actividades del maestro está la creación, el 7 de mayo de 1932, de una biblioteca escolar gestionada por los propios alumnos con libros tan fundamentales como “La Ilíada” y “La Odisea”. También escribiría algunos artículos de divulgación científica.

El acta de defunción confirma que sus restos están en una fosa común del cementerio de Villadangos del Páramo, junto con los de 71 personas más cuya exhumación ha solicitado formalmente la ARMH en abril del 2021. Dicho cementerio es propiedad vecinal, y el 27 de agosto de 2021, el teniente alcalde, que también es presidente de la Junta de Vecinos, sometió a una esperpéntica votación la procedencia o no de exhumar la fosa. Aunque fueron muy pocos los que votaron, el resultado fue en sentido negativo a la exhumación. Ante este hecho, la Junta de Castilla-León intervino para hacer cumplir una ley en el que el derecho básico y humanitario de buscar a los muertos “ni se discute ni se negocia”.

No obstante, a fecha de hoy, según informa Susanna, las trabas administrativas se suceden y los trabajos de exhumación aún no han comenzado. Esto ralentiza un proceso en el que el tiempo -habida cuenta de que los hijos de los represaliados van desapareciendo- juega un papel absolutamente crucial.

El presidente de la ARMH Emilio Silva dijo un día, y se me quedó grabado, que cuando la Memoria echa a andar es imparable. ¿Cómo y cuándo llegaste a conocer la historia de tu abuelo?

En casa se hablaba poco o nada. Solo sabía que mi abuelo era maestro y murió durante la Guerra Civil. Veía su foto en la mesilla de noche de mi abuela y poco más. Nunca se me ocurrió preguntar al respecto, un sexto sentido me decía que no debía hacerlo.

En 2003 murió mi padre y, al cabo de unos días, mi madre se presenta en casa con una carpeta y me dice: ”Toma, esto es todo lo que tu padre tenía de tu abuelo, ahora es tuyo” y ese día empieza mi búsqueda, me han pasado el testigo y soy libre de preguntar.

Empecé a leer los documentos. Yo me había hecho la idea que habría muerto luchando en el frente, pero no, en la carpeta solo había papeles de la escuela y cuatro cosas más, nada que hiciera pensar que había estado en ninguna batalla. Nunca lo estuvo. Fue separado a la fuerza de su familia y de sus cosas.

Empecé a preguntar, primero a la familia, luego a contemporáneos de él. Esto fue muy enriquecedor, especialmente el testimonio de alumnos suyos que me contaron como lo detuvieron en la escuela y sus últimas palabras con ellos: “No sé si nos volveremos a ver, pero pase lo que pase nunca dejéis de estudiar, hay que saber leer y escribir”. A continuación rezaron una oración juntos y se lo llevaron. Era el 10 de octubre de 1936.

El tener conciencia de los hechos ocurridos marca, en mi opinión, un antes y después en los familiares de las víctimas. Conocer nuestro pasado, nuestros orígenes, nos hace conocernos más a nosotros mismos. En este sentido, ¿cambió algo en tu vida saber lo que le ocurrió a tu abuelo?

Efectivamente, existe un antes y un después. Me ayudó a comprender varias cosas. Entre ellas los problemas de salud de mi padre. Con el tiempo he aprendido que las enfermedades tienen raíces emocionales, y comprendí que ese silencio y ese dolor no expresado, que acompañó a mi padre toda su vida, estaba en la raíz de sus dolencias. Él tuvo un cáncer de laringe que a los 43 años le dejó sin voz. De hecho, mi padre, ya nació huérfano, tres semanas después de que mi abuelo fuera asesinado. ¿Te imaginas el sufrimiento de esa madre, que le matan a su marido, no puede ni enterrarlo y tiene que cuidar a su hijo recién nacido ella sola? Sé que mi abuela compró dos vacas para vender leche y poder alimentar a su hijo, pero ella nunca hablaba de eso ni se lamentaba de la dura vida que le tocó vivir. También me ayudó a saber cuál era mi papel: romper ese silencio y llorar ese dolor, tarea que ni él ni mi abuela pudieron hacer.

¿Qué sentiste en los distintos momentos de acercamiento a la figura de tu abuelo?

Los sentimientos son diversos y variados y, a menudo, se mezclan y cuesta discernir. Hay distintos momentos, por ejemplo, al conocer que fue arrestado dando clase y que todo su crimen fue intentar que todos los niños, ricos y pobres, aprendieran a leer, escribir y pensar por sí mismos fue una mezcla de tristeza y rabia. Lloré mucho, mucho, intentando comprender como el ser humano puede ser tan ruin… aún no lo comprendo.

Otro momento muy emotivo fue la única vez que estuve en Villadangos del Páramo, donde fue asesinado el día 17 de octubre de 1936 hace 85 años. Yo estaba haciendo el Camino de Santiago, era el año 2006, y a su paso por la población decidí preguntar por la fosa común que hay en el cementerio para dejarle un ramito que había improvisado con flores silvestres del camino. Entro en el bar de la carretera y al preguntar, la camarera me responde: “Aquí no se habla de esto”. Después de hablar de esto que allí no se hablaba, conseguí que un señor mayor me indicara el camino del cementerio y la ubicación de la posible fosa, diciendo muy amablemente que no me acompañaba porque no le convenía que le vieran conmigo.

En la carpeta que me dio mi madre había manuscritos de mi abuelo, y en una revista que dirigía en Valderas, su pueblo natal, también encontré un artículo suyo. Sus escritos, así como las historias que me ha contado la gente que lo conoció, me han llenado de orgullo. Su honestidad, inteligencia, humildad y amor por el prójimo, todo esto me aproxima a él y me hace sentir más en paz.

En 2015 se hizo un acto en Valderas recordando y nombrando los 77 vecinos de Valderas asesinados durante la Guerra Civil. Ese también fue un gran momento, oír los nombres en alto, uno por uno, fue indescriptible, y la constatación de que siguen existiendo en nuestro recuerdo. Nadie, nunca, conseguirá hacerlos desaparecer.

En estos momentos también tengo los sentimientos muy a flor de piel. Hace cosa de un año nos hemos reunido unas 18 familias que buscamos a nuestros abuelos, tíos, bisabuelos, etc. en la fosa de Villadangos del Páramo. Ha sido muy sanador compartir historias, sentimientos, conocimientos, es como un puzle que vamos armando entre todos. Les estoy muy agradecida, son fenomenales. Conocer las historias de sus familiares, como Santos Francisco, maestro herrador de Mansilla de las Mulas, Gerardo Vega, practicante en San Andrés de Rabanedo, Epifanio González, ebanista de Mansilla de las Mulas, Moisés Rodríguez, labrador en Valencia de Don Juan, Eugenio Curiel, director del instituto de Astorga, los hermanos Francisco y Jesús Rojo, unos críos de 18 y 16 años que trabajaban en la tejera de Ardón, y un largo etcétera de gente honrada, con padres, madres, hijos y esposas a los que amaban…, y saber que mi abuelo reposa junto a personas tan nobles, aunque parezca extraño, me genera un gran sentimiento de paz.

También he de decir que no todas las personas de Villadangos se oponen a la exhumación, y quiero agradecer a algunas de ellas su apoyo.

Quiero hacer una especial mención, en este sentido, a Rufino Juárez, de 86 años, que luchó durante décadas por encontrar los restos de su padre, y que falleció el 1 de septiembre de 2021 sin poder recuperarlos. Él era el último hijo con vida del grupo, ya que todos somos nietos, biznietos, sobrinos… El padre de Rufino se llamaba como él, era agricultor y presidente de la Junta Vecinal de Vegas del Condado, fue asesinado el 21 de octubre de 1936.

Todos los días se escucha alguna voz que dice que es mejor olvidar, que para qué remover y revolver sobre lo que pasó hace más de 80 años, ¿qué opinas de esto? ¿Crees que sigue siendo necesario reivindicar la memoria antifascista?

Es muy fácil, cada cual que haga lo que le parezca mejor con la memoria y los restos de sus familiares. El que quiera olvidar que olvide y el que quiera recordar, honrar y enterrar con los suyos tiene todo el derecho de hacerlo. Es bien simple, no entiendo tanto discutir ni opinar, son derechos humanos, enterrar a tus muertos, no hay nada que opinar.

Por otro lado, la verdad es muy importante, no se puede construir nada sobre una mentira, así que es imprescindible que la verdad salga a la luz.

Se ha hablado de trauma en referencia a las heridas sin sanar de la Guerra Civil, ¿Crees que las heridas de la guerra civil pueden llegar a sanar? En tu caso, ¿Qué tendría que ocurrir para que te sintieras, de alguna manera, reparada?

Todas las heridas pueden sanar. Cuando una herida no sana es porque se intenta tapar, se actúa como si no hubiera herida. A nivel físico es igual, si me hago un corte tendré que mirarlo, lavarlo, curarlo, hay un proceso, si actúo como si no hubiera pasado nada probablemente el corte acabará infectado. Con las heridas del alma ocurre lo mismo. Para sanar una herida hay que reconocerla, aceptarla, mirarla de frente, hablarla, llorarla, compartirla, reparar lo que sea reparable y seguir el camino. Y, sobre todo, saber la Verdad. En mi caso, esta búsqueda de los restos de mi abuelo es en sí misma la sanación de la herida familiar. Independientemente del desenlace, encuentre o no sus restos, el hecho de buscarlos, compartir la historia, hablar de él, saber la verdad, nombrarlo, estarte ahora mismo hablando de él, es muy sanador.

Los testigos, que conocieron y sufrieron de primera mano las consecuencias de la guerra civil, están muriendo, somos los nietos quienes cogemos el testigo, pero es muy importante que esa transmisión de los hechos a las generaciones futuras no se pierda para lo que ocurrió no caiga en el pozo del olvido. ¿Qué mensaje les darías a las generaciones más jóvenes, a tus hijos, respecto a todo esto?

A las generaciones más jóvenes les diría que para conocerse uno mismo hay que conocer de dónde venimos. Saber más de nuestros antepasados nos ayuda a conocernos, tarea imprescindible para mejorar y evolucionar como seres humanos.

Siempre oí, no sé si es verdad o no, pero tomé cuenta de ello y hasta escribí al respecto, que tu abuelo había regalado sus zapatos nuevos a un pobre que pasaba por la puerta de casa pidiendo, ¿qué opinión te merece este hecho?

Sí, a mí también me lo han contado, y que mi abuela le iba a dar los viejos y él le dijo que no, que se llevara los nuevos, que ellos tenían dinero para reparar los viejos y el pobre no. La primera vez que lo oí sentí vergüenza, de mí misma, yo soy de las que doy los zapatos viejos y encima me creo muy caritativa. Toda una historia para reflexionar.

¿Qué le dirías a tu abuelo si pudieras decirle algo? 

Que le amo.

 

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Fuente:https://nuevarevolucion.es/entrevista-a-sussana-toral-a-las-generaciones-mas-jovenes-les-diria-que-para-conocerse-uno-mismo-hay-que-conocer-de-donde-venimos/

Cuatro concejales socialistas y dos sindicalistas de UGT fueron detenidos y ‘paseados’ en cuestión de horas en 1936

diariodeleon.es / José Cabañas / 06/09/2021

(En memoria y reconocimiento de Rufino Juárez García, fallecido el 1 de septiembre de 2021. Toda una vida de lucha por encontrar y dar digna sepultura a los restos de su padre, Rufino Juárez Fernández, de 39 años, labrador, presidente de la Junta vecinal de Vegas del Condado, uno de los al menos 85 asesinados y desaparecidos por el fascismo en los montes de Villadangos del Páramo en el otoño de 1936. ¡¡Qué la tierra te sea leve, Rufino, compañero y amigo!!)

De seis vecinos de Valencia de Don Juan y de uno más, también como desconocido, se asienta su defunción en el Registro Civil de Villadangos del Páramo el día 20 de septiembre de 1936, trasladados desde la villa en un camión Ford de cuatro cilindros de la Fábrica de Harinas Industrial Valenciana, de Anastasio Ortiz (que había sido requisado) en la muy ventosa tarde del sábado 19, aprovechando al parecer que en la misma fecha hace con aquel vehículo su mudanza a León, donde se avecindaba Argimiro Astorga Núñez, chófer que lo conduce, y a quien acompaña su esposa en el viaje (que no tardaría en fallecer, pues aparece aquel en 1937 como viudo, y destinado en el cuartel coyantino después de que ingresara en la Benemérita tras la muerte de su mujer y de clausurar el negocio del Bar La Unión que estableciera con aquella, para transitar por otros diversos destinos —entre ellos el Cuerpo de Persecución de Huidos que actuaba en los años cuarenta por El Bierzo y La Cabrera— acabando en El Barco de Valdeorras, donde finaría después de regentar un hotel en sus afueras).

Valencia de Don Juan

Los presos fueron trasladados en una camioneta con ajuares y muebles de una mudanza

Transportaba la camioneta entre algunos otros ajuares y muebles en su parte delantera un armario de luna de una sola hoja o puerta, y en la trasera fueron echados los lacerados prisioneros. Enfila con su doliente carga la carretera hacia Villamañán dejando atrás el mesón que a su vera se levanta y seguida a una cierta distancia por un coche en el que van tres familiares de Moisés Rodríguez Martínez, a quienes han indicado que los llevan a San Marcos y a la cárcel leonesa, y que observan como en Villamañán han sumado a los seis coyantinos otro infeliz preso que custodiado por dos guardias civiles de su cuartel los espera al borde de la calzada, y que será el séptimo en compartir desde aquel punto con ellos su fatal destino (se nos asegura que pudieran haber recogido a algún apresado más a su paso por Santa María del Páramo —desde donde se habrían dirigido hacia León—, destinado solo a San Marcos o también a ser desaparecido desde allí, quizá los vecinos de aquella villa Regino de Paz López o Lucio Rebaque Val, al parecer también asesinados en las cercanías de Villadangos en estas fechas).

Pierden aquellos de vista al camión en algún recodo de la ruta, y no lo verán ni en uno ni en otro reclusorio de León cuando a ellos llegan, ni tampoco en sus inmediaciones. Hay otra versión que varía en algo el relato de lo sucedido, según la cual los coyantinos conducidos a la capital lo serían en compañía de un joven de 16 ó 17 años, al que por su corta edad no admitieron para ser preso en San Marcos y que contaba más tarde del añadido que en Villamañán se había hecho.

Al día siguiente las familias de los victimados ya conocen que han sido hallados sin vida en un predio del Monte Campazas de Villadangos, una hondonada conocida como el Pozo Mulgar en la que los ejecutores los dejaron semienterrados por la noche, y que fueron sepultados en una fosa común «de su camposanto» (que llegaría a acoger en los meses siguientes los cuerpos de al menos 71 asesinados, paseados y desaparecidos, y sobre la que con el paso de los años se alzarían numerosos panteones), después de que les hiciera llegar la macabra nueva un vecino de Villar del Yermo, hermano del alcalde, que vio los cadáveres al pasar en su burro por allí y avisó a las autoridades en el pueblo, que dispusieron fueran recogidos los restos de los siete desdichados y arrojados a la fosa, y cuando se reunieron para tratar de conseguir un coche de punto en el que desplazarse a la localidad en la que yacían ya sus deudos no pudieron realizarlo, pues se encontraron con la negativa de los responsables del Ayuntamiento a facilitarles el salvoconducto necesario y obligado para dirigirse a Villadangos o a cualquier otro lugar (más tarde se desplazaría José Pérez Guayo en bicicleta a aquel lugar, y allí, preguntando, coincide con el de Villar del Yermo, quien le da razón de la ropa que vestía su padre, Víctor Pérez Barrientos, al ser asesinado).

Nieta del maestro

«Mi bisabuelo y el médico Tomás del Riego acudían al lugar y recogían botones, fragmentos de tela»

Era aquella una tragedia personal y familiar en muchos de sus detalles parecida a tantas otras como en otros muchos pueblos entonces se vivían y morían, y muy similar a la que en la misma noche de aquel sábado 19 de septiembre se desarrollaba en uno no muy alejado, Jiménez de Jamuz, en el que once de sus vecinos, no menos infelices e inocentes que los malhadados coyantinos, eran desaparecidos para siempre tras ser sacados de sus casas y arrebatados de los suyos.

Vinieron luego a conocer los familiares de los asesinados, los concejales socialistas Marcelino Quintano Fernández, Jesús Luengo Martínez, Víctor Pérez Barrientos, y Urbano González Soto y los ugetistas Frideberto Pérez Manovel, Moisés Rodríguez Martínez (así lo cuenta Josefa Rodríguez, hija de Moisés), que la camioneta llegó a presentarse con sus ocupantes en San Marcos y allí fueron tirados en una de las celdonas que habían sido antes cuadras de los caballos del Depósito de Sementales, en la que recibirían otra descomunal paliza, tras la cual, en el mismo camión después de descargar en algún lugar de León los muebles y enseres transportados, o en otro vehículo distinto (lo que nos parece más probable), serían los siete conducidos al que ya por entonces era cotidiano matadero en Villadangos del Páramo (y sus pedanías de Fojedo y Celadilla, en fosas de cuyos cementerios terminaban 14 ultimados más, del total de 85 que lo fueron en los campos del municipio), donde durante años creyeron que aquellos paseados eran vecinos de Valderas. De San Marcos avisarían al cabo de un tiempo a los allegados de Moisés Rodríguez para que recogieran una pelliza que allí había a su nombre y que aquel llevaba cuando fue conducido a León con los demás, lo que no hicieron, dado el inmenso miedo a «significarse» como desafectos que aún sentían. Nada más supo nunca la familia de Víctor Pérez de la manta que mitigaba el frío y el dolor de sus maltrechos huesos cuando lo encaminaron a la capital con los que serían sus compañeros de martirio.

Sus despojos, como los de los otros numerosos pobladores de la fosa, situada a lo largo de uno de los muros del cementerio de San Juan, y en la que se cavaban correlativos nuevos hoyos a medida que iban apareciendo más cadáveres, colocados a continuación de los anteriores, no habrían sido nunca retirados de la misma, construyendo los mausoleos encima de ellos (se nos aseguró en abril del año 2003 cuando indagamos sobre estos pormenores en el pueblo), una apreciación que no concuerda con lo mantenido por Rufino Juárez García, hijo de otro de los tirados a la zanja (Rufino Juárez Fernández, de 39 años, presidente de la Junta vecinal de Vegas del Condado, paseado el 22 de octubre de 1936 junto a Epifanio Llamazares Cármenes, de 55 años, vocal de la misma Junta), que concluyó de las pesquisas que él hizo muchos años antes que nosotros —en los cincuenta— que tales restos pudieron terminar en algún momento (posiblemente al erigir los mausoleos) recogidos y echados al osario, al parecer con escaso respeto y cuidado de los eclesiásticos responsables del cementerio entonces, según estos le dijeron.

Ubicación de la fosa

«A lo largo de uno de los muros del cementerio y en la que se cavaban nuevos hoyos…»

Consideramos importante señalar que las personas de edades avanzadas que en Villadangos nos informaron sobre aquellos hechos, de los que habían sido coetáneos, lo hicieron tan solo a medias sobre las particularidades relativas a la fosa común en la que tantos terminaron, omitiendo, tal vez porque lo consideraban a aquellas alturas de la historia detalle poco virtuoso o que pudiera resultar de alguna manera vergonzante para la localidad, que, como más tarde tuvimos ocasión de conocer, dicha fosa o zanja se situaba ciertamente «a lo largo de una de sus tapias», pero fuera del camposanto y ajena al mismo (los «rojos» asesinados no eran tampoco allí merecedores de ser sepultados en tierra sagrada), de tal modo que vino a quedar en su interior cuando años más tarde este se amplió por su zona sur para erigir los panteones sobre ella (así nos lo aseguraba Bernardino Gago Pérez, sobrino de uno de los asesinados, Frideberto Pérez Manovel, en octubre de 2014, según le había testimoniado hace años un empleado del Ayuntamiento que ya sumaba mucha edad).

Posiblemente ya habrían comenzado a ocuparse allí de menesteres como aquellos en hacendera de vecinos, «lo que hubo de terminar haciéndose dada la frecuencia con la que aparecerían en sus campos aquel otoño carretadas de cadáveres de paseados cuyas desesperadas e inatendidas peticiones de clemencia rasgaban las noches y el atemorizado sueño de los vecinos del lugar», según nos testimoniaba en abril de 2003 la señora Laureana Martínez, que pasaba ya de los noventa años de edad, quien también nos contaba del desagradecimiento que el franquismo tuvo con su marido, uno más de los muchos enrolados a la fuerza en el ejército rebelde para contribuir a su victoria, herido en la toma de Bilbao, retornado y muerto al poco por causa de esas heridas que (por sus antecedentes izquierdistas) nadie –comenzando por el médico del municipio– le reconoció como de guerra ni compensó con paga ni pensión alguna, condenada ella así a sacar a sus hijos adelante en la soledad de las estrecheces y miserias en parte parecidas a las que penaban los vencidos.

De los caminos que de la carretera León-Astorga que atravesaba el monte desembocaban en los predios Val de Hulleros, Vallemedio, Las Bogueras, Vereda de Raposeras y Camino de la Estación —además del Mulgar, junto a la Senda de la Sortija—, en cuyos bordes se perpetraron tantos crímenes, recuerdan aún gentes provectas de Villadangos haber visto de niños pasar camino del cementerio algún carro cargado de cadáveres, que se retiraban del campo por disposición del presidente de la Junta vecinal (al que los mismos empleados de la estación de ferrocarril avisaban cuando en sus cercanías aparecían al alba asesinados), mediando en ello «la compasiva coordinación del vecindario y la labor humanitaria y conciliadora del médico del pueblo, Tomás del Riego Cabezas (natural de San Féliz de Órbigo, ejercía desde 1929), y del párroco Manuel García Arias (nacido en León, lo fue de 1906 a 1945), que propiciaron que todos los ejecutados recibieran cristiana sepultura y contribuyeron a que no sufrieran represalias ninguno de los vecinos del pueblo, haciendo frente en ocasiones a elementos forasteros que pretendían castigar a algunos de ellos». Tal es el relato que oficialmente hoy se hace en Villadangos (Historia y testimonios sobre los hechos. Ayuntamiento de Villadangos del Páramo. 21-09-2020), discordante en algunos puntos del que antes hemos presentado, y parece que puesto en entredicho por la primitiva ubicación de la fosa común extramuros del sagrado y cristiano recinto.

Sobre los mismos hechos hay otro relato que difiere del anterior, sobre todo en lo referido a la actuación del sacerdote. Es el que hace Marina Cid (en Twitter (@MarinaCid1). 26-09-2020):

«Mi bisabuelo Ramón Martínez Farrapeira fue maestro republicano entusiasta de la Institución Libre de Enseñanza, primero en Villafranca del Bierzo y más tarde en Villadangos con el fin de acercarse más a León, durante la Guerra Civil. Se dedicaba a enseñar tanto a niños como a adultos; a medir las tierras, a contar; promovió la creación de un embalse para dar de beber a los animales y regar las tierras en verano. Él era ateo, aunque siempre llevaba a los alumnos a misa y los esperaba en la puerta de la iglesia, surgiendo así ciertas «discrepancias» con el cura del pueblo… Empezaron los fusilamientos, con carros cargados de gente por las noches. No sabían dónde los llevaban y el miedo los hacía estar en silencio, hasta que un día lo descubrieron. A partir de entonces mi bisabuelo y el médico Tomás del Riego cuando escuchaban marcharse a los militares acudían al lugar para comprobar si alguno seguía con vida y para recoger botones, fragmentos de tela…, algo que pudiera resultar singular y sirviera a las familias de aquellas personas para saber que había sido de sus seres queridos. Con todo ello hicieron un registro ordenado que mantuvieron escondido.

Posteriormente, mi bisabuelo fue denunciado por estas actividades. Entre los denunciantes siempre se dijo que estaba el cura párroco, aunque no se pudo demostrar. Tuvo que huir a León con su mujer y tres hijos, donde hubo de permanecer escondido durante largo tiempo en un sótano de la cocina. Por mediación de la familia de su mujer, consiguió no ser detenido y probablemente evitó su asesinato. Fue destituido de su cargo en Villadangos y como castigo quisieron enviarle de maestro a un pueblo perdido en La Cabrera, a lo que renunció por no llevar allá a su familia y por coherencia con sus ideales, siendo entonces apartado de la enseñanza para siempre».

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Fuente:https://www.diariodeleon.es/articulo/coronavirus-leon/asesinados-coyanza-villadangos/202109060134182143746.html

Lejos de los focos y las crónicas oficiales, el berciano Jovino Fernández logró ser uno de los tres presos que consiguieron atravesar la frontera francesa tras la fuga del fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba de Pamplona, en plena Guerra Civil | Se trata de la mayor fuga de la historia de Europa, recuperada por Fermín Ezkieta en su obra ‘Los fugados del fuerte de Ezkaba’

leonoticias.com / Nacho Barrio / 27/03/2021

¡A la calle, compañeros, estáis libres!, escuchó desde su celda. La fuga comenzó un domingo. Con los guardas desarmados y las puertas del penal abiertas, no tardó en correr junto a otros monte arriba. La libertad contrarrestaba el hambre y la frontera con Francia no estaba lejos. Sólo tres pasarían la raya. Él sería uno de ellos.

Han pasado 110 inviernos de aquel día en el que nació Jovino y algunos menos de que el autor Fermín Ezkieta recuperase la historia de este berciano y de tantos otros presos en su obra ‘Los fugados del fuerte de Ezkaba’, donde plasma toda la investigación relativa a la mayor fuga de la historia de Europa.

Santa Marina del Sil poco se parece a aquel pueblo de 1908 en el que nació el protagonista de esta historia. El carbón ya no es sinónimo de trabajo en esta localidad de Toreno, en plena comarca del Bierzo.

El tercer hijo de Ana María y Andrés iba a la escuela cuando el tiempo lo permitía. Cuando no, se sentaba con su padre en la vieja cocina, a la luz de un candil. Sus padres eran sin duda alguna gentes sencillas. Su madre se casó tras estudiar en las aulas del convento de Astorga, «donde no aprendió a leer ni a escribir, pero sí a recitar la Biblia de memoria», como recoge Fermín Ezquieta.

El padre, Andrés, era campesino. Jovino fue el tercero de sus seis hijos, que disfrutaban en el verano pescando truchas, pastando las cabras, y acompañando al padre a la feria de ganado de Ponferrada.

Aunque poco duró la infancia. A los catorce años Jovino ya trabajaba en las minas de El Bierzo, hasta que el servicio militar lo llevó a San Sebastián.

Militancia

Eran tiempos convulsos. La Segunda República lo encontró en Santander, donde fue un albañil afiliado a la CNT. Debido a su militancia durante la Revolución de 1934 pasó por las cárceles de León, Astorga y la Modelo de Oviedo, aunque con la amnistía del Frente Popular salió a la calle.

La guerra solo tardó dos años en estallar y Jovino ingresó en las milicias estando en Luarca. Cuando Mola lanza su ofensiva sobre Bilbao, acuden en su defensa dos brigadas asturianas y dos montañesas, entre ellas la de Jovino. La superioridad artillera y aérea de los nacionales resultó decisiva; ochocientos hombres murieron en la ofensiva y tocaba replegarse.

Jovino era atrapado en el valle del Cayón. «Fue en Erles. Los que allí estábamos, no nos decidimos a retirarnos, a pesar de que, desde dos días antes, teníamos orden de hacerlo. No lo hicimos y nos coparon. Nos separaron en dos grupos, y en uno de estos se situaron los que peleaban como voluntarios; en el otro, los que pertenecían a los reemplazos. Yo dije que no era voluntario, pero un fascista que había estado entre nosotros, me delató. En medio de todo, tuve suerte. A la mayoría de los voluntarios los asesinaron los italianos. Yo pude llegar a Santander como prisionero. El convento de los Salesianos, la Plaza de Toros, las cárceles de antes y las que se dispusieron al caer la ciudad, todo era poco para el número de prisioneros y detenidos por los invasores. Como éramos muchos, se empezó a suprimir con ametralladora a gran parte. Sin comer, sin dormir, sin atención alguna estuve por espacio de un tiempo que nunca sabré a cuánto alcanzó, esperando ser fusilado por las pandillas de falangistas que se dedicaban a asesinar sin descanso a trabajadores y a hombres y mujeres de todas clases», recogía el periódico Solidaridad Obrera.

Traslado y llegada al Fuerte

El berciano fue juzgado por la Audiencia de León en agosto de 1937, condenándole a muerte, en una pena que finalmente fue conmutada. «Por fin, comparecí ante una especie de Tribunal Militar, sin que sepa aún por qué me condenaron sólo a treinta años de presidio».

Después le trasladan desde Santander al fuerte de San Cristóbal de Pamplona, bien custodiado por la Guardia Civil.

Llega a Pamplona en tren el 23 de octubre, con 29 años. «Me trasladaron desde Santander al fuerte de San Cristóbal de Pamplona, bien custodiado por la Guardia Civil. En los primeros días, los fascistas asesinaron en Santander a más de ocho mil, mujeres y hombres. Era tremendo aquello. Después me enteré por una carta de una compañera, que a raíz del hundimiento del ‘Baleares’ fueron sacados de la cárcel setecientos presos más y los pasaron por ametralladora», recoge su testimonio.

Llega a Pamplona en tren el 23 de octubre, con 29 años.

Jovino, en un retrato de la época. / WWW.LOSFUGADOSDEEZKABA1938.COM

Los recuerdos del penal son comunes en los presidiarios: hacinamiento, malos tratos, frío terrible y hambre. Mucha hambre. En su caso, en la segunda brigada. Cada nave tenía dos espacios de unos 26 metros, donde se hacinaban 25 presos. Un metro cuadrado por preso, sin camas ni colchones. Ventanas sin cristales y con barrotes.

«Los civiles me entregaron al jefe del Penal del fuerte de San Cristóbal, como si yo fuera un fardoSin ropa, sin colchoneta, sin nada, con mis pobres harapos de prisionero me metieron en la brigada del patio. La comida horrible. Un día en la ración de potaje para cuarenta hombres, pudimos contar hasta sesenta garbanzos».

Diario oficial del Ministerio de Defensa, donde figura Jovino como teniente en 1938. / WWW.LOSFUGADOSDEEZKABA1938.COM

Según relata la hija de Jovino, Ana Fernández Gurruchaga, y recoge Fermín Ezkieta, los recuerdos del penal hablan del hacinamiento, los malos tratos, el frío terrible y el hambre.

Comienza la fuga

Una tarde, recostado en el suelo de su celda, se fue elevando un estruendo de puertas y cerrojos. En la confusión, un grito anunció:

«¡A la calle, compañeros. Estáis libres!».

Se encontró rodeado de otros que huían como él. Era domingo cuando empezó la fuga. El 22 de mayo se le acercó un ordenanza del Economato, y le dijo en tono misterioso .

«¡Hay jaleo! ¡Cuidado! Hay que ser muy prudentes».

Sonaron unos tiros. Entraron en el patio unos compañeros con fusiles y vestidos de oficiales de Prisión. Llevaban cartucheras. Les siguieron. Las puertas del penal estaban abiertas y la guardia de soldados prisionera y desarmada.

Eran unos 2.700 reclusos. Salieron unos 1.700. Desfilaron todos hacia el monte. A las dos horas de iniciada la fuga ya volaban los camiones cargados de guardias civiles y de requetés.

Jovino se guiaba por su sentido de la orientación, habituado a largas caminatas por los montes leoneses para ir a pueblos o ferias. En una ocasión permaneció más de dos horas metido en un río. Incluso le localizaron unos perros rastreadores, pero Jovino alargó la mano, les acarició el hocico y calmados, terminó la alarma. No era fácil la vida de huido.

«Comía hojas de roble y hierbas, las que creía que pudieran ser buenas. Estaba hecho polvo. Tenía entendido que desde Pamplona a la frontera sólo hay 47 quilómetros. Así pasaron cerca de diez días. Cada día me libraba, por verdadero milagro, de que me atrapasen».

Mapa de la fuga. / WWW.LOSFUGADOSDEEZKABA1938.COM

Llegada a Francia

Topó con un pastor de pelo largo y barbas blancas. Le dio pan y queso. A él le contó que marchaba hacia Guipúzcoa, y le preguntó si iba bien. Le respondió que estaba en territorio navarro, a cuatro kilómetros de Francia. Le aconsejó que permaneciese en el bosque escondido hasta el día siguiente, que él le ayudaría a pasar la raya de Francia. Así fue.

Jovino llegó a una pequeña aldea el 4 de junio de 1938, donde los vecinos se arremolinaron mientras comía en la calle.

Una vez en suelo francés, fue conducido al consulado en Hendaya, e interrogado. Al día siguiente cogía un tren a Barcelona. Jovino nunca coincidió con los otros dos fugados que lograron llegar a Francia.

Cruzando la frontera por Cerbère, llegó a Barcelona. Su gesta había pasado desapercibida. Una vez en España, vuelve a entrar en la Guerra.

«Otra vez soldado hasta el fin. Para eso quería salir de allá, de aquel infierno».

Vida en el exilio

En Barcelona, Jovino conoció a una refugiada donostiarra, Luisa, a la que unió su vida. Con ella emigraría a Europa para terminar viviendo en la localidad francesa de Decazeville. Allí fue albañil, cuando lo jubilaron de la minería.

El fuerte, en una vista aérea. / WWW.LOSFUGADOSDEEZKABA1938.COM

La añoranza de su tierra estuvo presente en su vida de exilado. Cuando su familia pasaba vacaciones en León, Jovino las acompañaba hasta la línea fronteriza. Rodeado de la colonia de refugiados, su integración fue limitada.

Tuvo que esperar a la muerte del dictador que truncó su vida para volver. Aquel simbólico momento, cinco décadas después de cruzar la frontera en la retirada del ejército popular, quiso afrontarlo solo. Esforzándose en ocultar su emoción, entrega a sus 69 años el pasaporte que le acredita.

Jovino junto a su familia. / WWW.LOSFUGADOSDEEZKABA1938.COM

Demasiado tarde para un regreso definitivo, pero se sucedieron las visitas. En uno de los viajes a su tierra leonesa, recorrieron la ruta imaginaria que hizo durante su evasión. No reconoció San Juan de Pie de Port, ni la abadía de Roncesvalles.

Hicieron parada en Pamplona, pero no llegó a situar el fuerte. Murió a los 87 años, «como la buena gente que un día como tantos descansa bajo la tierra».

Fuerte de San Cristóbal

Los leoneses que no alcanzaron la libertad en la fuga

* Vicente Alonso Cabezas (La Bañeza, León). Capturado el 2 de junio por militares, con Arcadio Fernández.

* Luís Félix Álvarez Álvarez (León). Capturado el 3 de junio en Gaskue (Odieta) por militares.

* Rogelio Álvarez García (Trobajo del Cerecedo, León). Capturado el 23 por requetés.

* Vicente Álvarez García (San Andrés del Rabanedo, León). Capturado el 24 por requetés.

* Benigno Álvarez López (Finolledo, León). Capturado el 23 en el monte Ezkaba por militares.

* Leonardo Álvarez Reguera (León). Capturado el 5 de junio en Saldías (alto Bidasoa), con otros tres.

* Agustín Andrés Carnicero (Arenillas de Valderaduey, León). Muerto en la fuga.

* Ricardo Arias (Castogeiro, León). Capturado el 23 por requetés.

* Luís Arias De la Varga (Mansilla de las Mulas, León). Capturado el 24 por militares.

* Melchor Barrio Honrado (Banucias, León). Capturado el 24 por requetés.

* José Berciano Castro (La Bañeza, León). Capturado el 23 por militares.

* Andrés Carriedo Calleja (Valderas, León). Capturado el 23 en Txaraka-Olabe por requetés.

* Leandro Casado Tabares (Villace, León). Muerto en la fuga.

* Andrés Castro García (Sahagún, León). Capturado el 23 en borda Azkarrena de Belzunce (Juslapeña) por requetés.

* Mariano De Godos Iglesias (Provincia de León). Capturado el 23 en Txaraka-Olabe por teniente carabineros.

* Martín Del Campo Garzo (Valderas, León). Capturado el 1 de junio por militares.

* Victorino Díez Carmona (León). Capturado el 23 en Txaraka-Olabe.

* Hermenegildo Díez Mateo (Puente Castro, León). Muerto en la fuga.

* Eugenio Díez Trapote (Puente Castro, León). Capturado el 28 en Ollakarizketa por militares, con D. Quiroga y Porfirio Fernández.

* Manuel Domínguez Martín (La Bañeza, León). Capturado el 23 por requetés.

* Arcadio Fernández García (Valderas, León). Capturado el 2 de junio por militares, con Vicente Alonso.

* Baudilio Fernández Lavandera (Quintana Raneros, León). Muerto en la fuga.

* Francisco Fernández San Miguel (Ponferrada, León). Capturado el 23 por requeté y un militar.

* Ricardo Fernández Sánchez (San Pedro Tda., León). Capturado el 24.

* Eduardo Ferrero Rodríguez (Beunza, León). Capturado el 5 junio en Saldías (alto Bidasoa), con otros tres.

* Teodoro Fierro García (Puebla de Lillo, León). Capturado el 24 por militares.

* Domingo Fuentes Cerezo (Castropodame, León). Capturado el 23 por requetés.

* Gervasio García Alonso (Villaverde, León). Capturado el 23 por requetés y militares.

* Manuel García Cisneros (Grajal, León). Capturado el 24 por requetés.

* Eleuterio García Dueñas (Benavides de Órbigo, León). Capturado el 23 por requetés.

* Julio García Fernández (Valderas, León). Muerto en la fuga.

* Rafael García Fernández (Cistierna, León). Capturado el 24 en Orrio (Ezkabarte) por requetés.

* Bernabé García García (Oteruelo, León). Capturado el 23 en el monte Ezkaba por militares.

* Avelino García Rodríguez (Provincia de León). Capturado el 23 por requetés.

* Aurelio Gigantos Benítez (San Millán, León). Capturado el 24 en Juslapeña por requetés.

* Casiano González Fernández (Valderas, León). Capturado el 23 en Txaraka-Olabe por requetés.

* Domingo González Fernández (Villar de Mazarife, León). Capturado el 23 en Txaraka-Olabe por requetés.

* César González González (Villafer, León9. Capturado el 24 por la G.C. Murió en 1941 en el fuerte; enterrado en Oteiza.

* Avelino González Peñalosa (Sahagún, León). Capturado el 23 en borda Azkarrena de Belzunce (Juslapeña) por requetés.

* Raimundo González Rodríguez (Villamañán, León). Capturado el 24 por requetés.

* Esteban Gutiérrez Cubría (Trobajo del Cerecedo, León). Capturado el 23 en Txaraka-Olabe por requetés.

* Félix Llamas Calleja (Trobajo del Cerecedo, León). Capturado el 23 en el monte Ezkaba por militares. Murió en 1942 en el fuerte; enterrado en el cementerio de las botellas.

* Rogelio López Cabo (Argentina; vecino de Monforte, León). Capturado el 23 por requetés.

* Arsenio Martínez Fernández (Narayola, León). Capturado el 25 por militares, con otros tres.

* Román Martínez Gorgojo (Valencia de Don Juán, León). Muerto en la fuga.

* Argmiro Martínez Hidalgo (Oteruelo, León). Muerto en la fuga.

* Anastasio Mateo Rubio (Palanquinos, León). Capturado el 24 por un paisano y militares.

* Arcadio Morán Chamorro (Castrofuerte, León). Capturado el 23, regresa al fuerte. Se declara falangista.

* Tomás Moreno García (Villacorta, León). Capturado el 25 por militares.

* Marcos Moreno Gutiérrez (Puente Castro, León). Capturado el 23 en Anoz (Ezkabarte).

* Pablo Moreno López (Puente Castro, León). Capturado el 24 por requetés.

* José Oblanca Gutiérrez (San Andrés del Rabanedo, León). Capturado el 5 junio en Saldías (alto Bidasoa), con otros tres.

* Amadeo Oblanca Pardo (Aradinos, León). Capturado el 26 en Navaz-Belzunce por militares.

* Esteban Pastor García (Valderas, León). Capturado el 23 por paisanos.

* Modesto Pastor Herrero (Sahagún, León). Capturado el 24 por paisanos, en un grupo de veinte. Murió en 1942 en el fuerte, en cementerio de las botellas.

* Ceferino Pedrosa Prado (Sahagún, León). Muerto en la fuga. Consta como no identificado.

* Laureano Pérez García (Valderas, León). Muerto en la fuga.

* Epifanio Prieto Alonso (Quintanilla, León). Muerto en la fuga.

* Domingo Quiroga Ovalle (Ponferrada, León). Capturado el 26 en Ollakarizketa por militares.

* Santiago Rajo Fernández (Toreno del Sil, León). Capturado el 25 por requetés. Murió en 1940 en el fuerte; enterrado en Berriosuso.

* Leopoldo Rey Rodríguez (Campo Villaridel, León). Capturado el 23 en Juslapeña por requetés.

* José Robles Cueto (Vegas del Condado, León). Capturado el 23 por militares.

* Ángel Rodríguez Omaña (Villamañán, León). Capturado el 23 en Juslapeña por requetés, militares y G.C.

* Nicolás Rodríguez Santos (Sagunto de la Vega, León). Capturado el 24 por requetés.

* Eucarbio Rodríguez Viejo (Vegas del Condado, León). Capturado el 23 por requetés y militares.

* Abel Salvador Fernández (Sahelices de Sabero, León). Capturado el 2 de junio en Eugi por paisanos, con V.Berruetabeña (pueblo con cuartel carabineros junto a la frontera).

* Timoteo Turienzo González (Cabrera, León). Muerto en la fuga.

* Nunilo Vallinas Casado (Gordoncillo, León). Capturado el 23 en Txaraka-Olabe por requetés.

* Manuel Velado Alonso (Valderas, León). Muerto en la fuga.

* Aurelio Villa Lainza (San Andrés del Rabanedo, León). Muerto en la fuga.

* Manuel Villalibre Ferrero. Castrillo (León). Capturado el 23 en Anoz (Ezkabarte).

* Leodegario Vinayo Gutiérrez (León). Muerto en la fuga.

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Fuente:https://www.leonoticias.com/bierzo/increible-fuga-leones-jovino-guerra-civil-leon-bierzo-20210327193101-nt.html#vca=fixed-btn&vso=rrss&vmc=wh&vli=Bierzo

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